—¿Quieres que cure a tu esposo, y aún te atreves a amenazarme?
Álex se rió amargamente, moviendo la cabeza. —Tienes que estar bromeando.
Los ojos de Laura se oscurecieron, veneno enlazando cada palabra. —Eres como alguien que necesita ver su propio ataúd para darse cuenta de que está muriendo.
—Bien. Si no lo salvas ahora, recuerda mis palabras—cuando estés de rodillas, sangrando, huesos destrozados, rogando por piedad—será demasiado tarde. Esta es tu oportunidad final para reconsiderar antes de que las cosas se pongan feas.
Álex encontró su furia con desafío calmado.
—Lo siento, no me interesa. —Se volteó bruscamente hacia la salida.
Justo entonces, el caos erupcionó cerca de la entrada del hospital. Todas las cabezas se voltearon mientras un vehículo militar rugió a la vista, derrapando hasta detenerse.
Los soldados saltaron, completamente armados, sus rostros sombríos y letales. La gente se dispersó, un camino despejándose como por instinto solo.
Los ojos de Sofía se abrieron como p