Álex y Lyra entraron a un café pintoresco escondido detrás de una floristería modesta, alejado de la calle bulliciosa.
El aire estaba fragante con rosas y granos de café, pacífico pero extrañamente cargado.
Lyra echó una mirada escéptica alrededor. —Álex, en serio, ¿por qué estamos aquí?
Álex sonrió mientras abría el menú. —Confía en mí, Lyra. Si mi corazonada está bien, nos espera todo un espectáculo.
Ella levantó una ceja juguetona. —Si tú pagas, esto podría calificar como una cita.
Él se rió secamente. —Pide lo que quieras. Aunque, aún me desconcierta tu entusiasmo por gastar dinero cuando pasas tus días amontonándolo.
Lyra sonrió juguetonamente. —El dinero está bien, pero no le gana a verte retorcerte cuando llega la cuenta.
Intercambiaron risas, disfrutando el breve respiro hasta que Lyra de repente se inclinó hacia adelante, ojos abiertos. —Espera, ¿no es ese David?
Su asiento de esquina los protegía de la vista, pero ofrecía una línea de visión perfecta.
David entró a zancadas,