Un estruendo ensordecedor partió el aire mientras las puertas de vidrio del centro fueron destrozadas, fragmentos esparcidos por el piso.
Sin vacilación, diez asesinos enmascarados irrumpieron adentro.
—¡Maldita sea, nos alcanzaron! —escupió Scarlett. Habían sido emboscadas en el camino a los barrios bajos, donde todo su detalle de seguridad fue aniquilado.
Solo ella y Bella sobrevivieron y lograron escapar—o eso pensaron.
Los asesinos se negaron a dejarlas ir.
—Bella, los detendré —siseó Scarlett—. Tienes que salir por la puerta trasera.
El rostro de Bella se había puesto pálido. —Si huyo, definitivamente te matarán. Soy su objetivo principal, así que no me harán daño. Déjame ser su rehén.
—Bella, soy tu guardaespaldas —dijo Scarlett, plantándose frente a Bella con resolución sombría.
—Mi trabajo es protegerte, así que haz lo que digo.
Una voz fría y áspera las interrumpió.
—No necesitan discutir. Este lugar no tiene puerta trasera: no van a ningún lado. Nos llevaremos a ambas.
Un hom