Los dedos de Clara temblaron al darse cuenta de que ya no podía mantener la farsa.
Lanzó una mirada desesperada a Bella Kane, quien la fulminaba desde lo alto de la escalera de mármol como una reina a punto de sentenciar a un prisionero muerto.
—¡Señorita Kane! —suplicó con voz temblorosa—. T-tiene que creerme... le juro que no es lo que parece. Este collar no es mío, es de Sofía, mi sobrina... Charles se lo dio a ella, yo solo lo tomé prestado por esta noche. ¡Eso es todo!
La mirada de Bella se estrechó, sus ojos eran fríos como el acero.
—¿Sofía Lancaster, dijiste? —siseó entre dientes—. ¿Esa mujer que entró aquí pavoneándose con Charles? ¿La que tuvo la desvergüenza de presumir frente a mí?
Clara asintió vigorosamente, mientras el sudor manchaba el cuello de su vestido.
—Sí, es ella. Charles y ella... vinieron juntos, yo solo los acompañé. Yo... confieso que sentí envidia por el collar, así que me lo puse esta noche. Pero todo este lío... no es culpa mía, señorita Kane. Se lo juro p