Hace Diez Minutos
Álex y Sofía estaban sentados uno junto al otro en el cuarto de interrogatorios, apenas iluminado por una luz tenue. Las esposas y grilletes sujetaban sus muñecas y tobillos al suelo con cadenas de hierro.
Sofía respiraba con dificultad. La penumbra la atormentaba con los peores escenarios que podía imaginar.
—Álex —murmuró en voz baja, con la voz temblorosa—, ¿de verdad crees que saldremos vivos de aquí?
Álex no se movió, con la mirada fija en la puerta de metal. —Sí, saldremos —masculló finalmente—. Vamos a caminar fuera de este lugar en una sola pieza. Te lo garantizo.
Una risa amarga escapó de los labios de Sofía.
—Es fácil decirlo. Tú no has tenido pesadillas con este maldito, el Sr. Bernard. Su expediente en la estación está más sucio que nada.
Se tragó las palabras, y cuando volvió a hablar fue casi en un susurro: —Y con Sr. Raymond moviendo los hilos, es como si tuvieran toda la ciudad en el bolsillo. No tenemos ni una oportunidad.
Álex la miró entonces de ver