Con una cálida sonrisa, Charles cruzó los brazos y le habló a Jasmine con una voz tan suave y dulce como la miel.
—No tengo tiempo para juegos contigo, hermana, pero si alguna vez te das cuenta de que tu codicia te ha desviado, si buscas el perdón de Dios, y decides devolverme lo que es mío, ven a buscarme. Devuélvele el trono de Vancouver a su verdadero rey.
Se dio la vuelta bruscamente, lanzando una última frase irónica. —Espero que encuentres el camino correcto en lugar de perseguir demonios, pero no me hago ilusiones.
Jasmine se quedó allí, con los ojos muy abiertos por la incredulidad. Su padre una vez le aseguró que Vancouver sería suyo, mientras que Charles obtendría Los Ángeles.
—¿Cómo podía Charles afirmar que él tenía la razón y que ella estaba equivocada?
Álex colocó una mano reconfortante en el brazo de Jasmine. —Sabes cómo es cuando alguien enfoca su deseo y ambición en algo. Racionalizarán todo para conseguirlo, hasta destruirán a quien sea o lo que sea necesario, todo ba