—No se preocupen —murmuró Jarvis, su voz tan firme como un arma cargada—. No voy a arrancarles las uñas solo por diversión.
Hablaba con tanta naturalidad que envió un escalofrío a través de la multitud. Con solo mirarlo, sabían que era perfectamente capaz de cumplir su palabra.
Todos retrocedieron, el miedo royendo sus entrañas. Este hombre tenía el tipo de presencia que hacía que la gente obedeciera sin cuestionar.
—Muy bien —continuó Jarvis, cruzando los brazos sobre su pecho—. Vayamos directo al grano: ¿Alguno de ustedes estuvo involucrado en la muerte de mi hermano?
Una ola de pánico se extendió por el grupo, como una estampida de ganado ansioso.
—¿Nosotros? ¡No tuvimos nada que ver!
—¡Es cierto! ¡Somos inocentes!
—¡Teniente, está completamente equivocado! ¡Ninguno de nosotros mató al señor Drake!
Sus frenéticas negaciones llenaron el aire, cada persona aterrorizada de que un solo paso en falso sellaría su destino.
—¿Ah sí? —Jarvis soltó una risa áspera, sin humor.
—¡Jasper! —Levan