Dentro del apartamento estrecho, Sofía salió de su habitación y prácticamente tropezó con sus padres y Megan, todos desplomados como pesos muertos en el sofá.
Entonces Marco se escabulló desde la cocina, aferrando una botella de agua mineral como si acabara de robarla.
Se congeló en el instante que vio a Sofía —como si estuviera mirando a un fantasma indeseado.
La botella se deslizó de su agarre y cayó al suelo, salpicando agua por todas partes.
—S-Sofía... ¿cómo puedes estar aquí? —jadeó, sonando como si pudiera desplomarse en cualquier momento.
El pánico se agitaba en sus entrañas.
Sus ojos se dirigieron a un cuchillo de cocina que yacía en la encimera —pensamientos sombríos arremolinándose en su cabeza.
¿Lo sabía?
¿Sabía que la había vendido?
¿Debería agarrar ese cuchillo y asegurarme de que nunca hable?
Tragó con dificultad, luego miró a todas las personas en el sofá y comenzó a entrar en pánico.
Tal vez tendría que silenciarlos a todos…
—¿Qué quieres decir? —la voz de Sofía cortó