Cuatro horas antes, Sofía recibió una llamada inesperada de Gilbert, exigiéndole que lo acompañara a ver una pelea en la Arena de París.
Sofía despreciaba las peleas.
Nunca tuvo interés en deportes violentos y ni siquiera sabía que la arena existía hasta que Gilbert la convocó.
—Lo siento, Gilbert, pero ese no es mi tipo de entretenimiento —declinó Sofía.
Gilbert se inclinó cerca, ojos entrecerrados amenazadoramente.
—¿Prefieres que le pase algo malo a tu madre o hermanito en su lugar?
En una hora, estaba a bordo del jet privado de Gilbert, acelerando de Vancouver a París.
Cuando llegaron, Gilbert la escoltó a un cuarto exclusivo lleno de élites parisinos, presentándola orgullosamente como su prometida y alardeando sobre su próxima boda.
Sofía se sintió nauseabunda por el anuncio, especialmente mientras las élites se aglomeraron alrededor de ella, halagando su apariencia y emocionándose sobre qué afortunada era de casarse con un hombre como Gilbert.
Era obvio: estaban tratando de ganar