Abi se despertó sobre un pecho musculoso, una mirada a su alrededor le indicó que ambos estaban sobre la alfombra, totalmente vestidos y bajo su manta afgana. Quizás fue doña María quién les cubrió. Su estómago rugía del hambre así que fue a la cocina.
Edward estaba tan cansado que no se dio cuenta de su ausencia. La anciana estaba viendo su novela, pero apenas ella entró apagó el televisor.
— ¿Cómo estás mi niña?
—Cansada pero hambrienta, imagino que Edward tendrá hambre cuando se levante.