Capítulo 41
—Estás delirando, Lucien —respondió Margaret con calma, aunque su voz temblaba apenas—. No tengo que darte explicaciones. Ya no somos nada. Y si quiero o no rehacer mi vida… es asunto mío.
Lucien se quedó sin palabras, le costaba modular aunque fuera un susurro, Margaret era tan cruel, que ni siquiera podía creerlo del todo.
Ella le sostuvo su mirada, directa, firme, aunque por dentro sentía cómo el corazón le latía con una fuerza insoportable.
Luego giró hacia los invitados, esbozó una sonrisa profesional y anunció:
—Por favor, pasemos al salón principal. El cóctel está por comenzar.
Lucien no se movió. Se limitó a seguirla con los ojos mientras su figura se alejaba entre la multitud. En su pecho se mezclaban la rabia y la soledad; aquella distancia fría entre ambos lo estaba destrozando, y ni siquiera podía disimularlo, sobre todo, al ver como ella se desenvolvía así sin él en su vida.
Lorain, que observaba todo desde unos metros, aprovechó el momento. Se acercó lentam