Capítulo 8

Eduardo, disfrutaba de las caricias de aquella rubia. Ya estaba encima del, sentado en su silla giratoria.

Cuando trabajaba, eran pocas las ocasiones, sentado en su silla de ruedas.

En aquella silla majestuosa y giratoria.

Se sentía poderoso, y a veces se olvidaba de su condición. Más sintiendo los pezones erectos, de aquella mujer.

Tenía el pecho descubierto. Sus piernas enredadas sobre sus propias caderas.

Una cintura pequeña, un trasero grande. Toda esa combinación, hizo que Eduardo, sintiera confusión.

De igual forma, sonrío. A pesar de que no la estaba besando, su erección era grande.

Sentir, su paquete pegado al enorme trasero de la rubia, lo hacía llenarse de un éxtasis especial.

Con su mano derecha, tocaba el botón húmedo y dilatado.

—¡Más!

Movió sus dedos de un lado al otro. En círculos, llenándose de humedad en su mano. Introdujo tres dedos en la cavidad húmeda y resbaladiza.

—Estás... muy húmeda. Te penetrar...

—¡Mete tu enorme miembro! —exigió.

Cuando ya no lo soport
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