El plazo de tres días que me había dado llegó a su fin, pero yo seguía sin aparecer en el hospital. Como Nadia le susurraba todos los días al oído que se iba a morir, Claudio regresó a casa muy irritado, pero la casa seguía igual que antes, solo que en la puerta había una factura de electricidad por pagar.
Vi a Claudio parado en la entrada, llamándome por el celular. Del otro lado, se escuchó la voz mecánica, indicándole que el número que había marcado estaba apagado. Frunció el ceño y abrió la aplicación de chat, donde los mensajes seguían siendo los mismos que me había enviado tres días antes, presionándome para que apareciera pronto para que donara médula ósea a Nadia.
Por supuesto, sin respuesta.
Abrió mis redes sociales y, cuando vio la foto que había publicado hace trece días, su mano se detuvo por un instante. En la foto yo estaba parada en la cima de una montaña nevada, con el sol recién salido detrás de mí. El texto era solo una línea corta: "Feliz tercer aniversario de bodas"