Luego de que Alejandro se va de ahí, Eva va a su alcoba, revisa que el bebé esté durmiendo y se recuesta un poco, sabe que cada que se va a dormir, ella despierta y sus alucinaciones se han ido.
Solo que esta vez, las alucinaciones la acompañan incluso en sus sueños, pues no para de escuchar los gritos desgarradores de un hombre que grita su nombre, ella también puede escuchar los gritos de una mujer que no sabe quién es, pero que pide que le devuelvan a su hija.
- Tú sabes si esto es lo que quieres, tú sabes si quieres que ellos paguen por lo que me hicieron, solo tienes dos opciones… -decía el hombre frente a Eva.
- ¡No, no les hagas daño…! ¡Te prometo que no me iré! ¡Solo no les hagas daño…! ¡Por favor! ¡Seré buena, no me iré…!
Eva lloraba aun dormida, pues aquella imagen se veía tan real, tan fuera de lugar. ¿Cómo podía ser? ¿Por qué su marido estaba haciendo esas cosas? Él no podía hacerlo, él era un hombre bueno, él la amaba demasiado, ellos dos se amaban demasiado, ellos