Sorprendida por lo que acababa de oír, Marta abrió los ojos, como si un rayo le hubiera atravesado el pecho.
— ¿Qué estás diciendo, niña? — preguntó, casi sin aliento.
— Es la verdad, mamá — respondió Luana, con la voz baja y temblorosa. — Me di cuenta de que ese hombre me miraba mucho en el avión.