Eran más de las seis de la tarde cuando mi madre llegó al frente de la puerta de casa gritando. — ¡Aurora, Aurora! — Aparecí más que de prisa, ella llevaba varias bolsas en las manos. — Anda rápido, niña tonta, ¿no ves que está pesado? Mi madre estaba de muy mal humor, como siempre, Sandro debía
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