Dos meses después…
— Amigo, tienes que entender que soy abogado, no un haciendero.
Saulo estaba en mi oficina, con su actitud de siempre. Su sarcasmo y humor nunca cambiaban, sin importar cómo estuvieran las cosas.
— No te quejes, porque sé que te está gustando.
— Me gusta, no lo voy a negar, pero m