Saulo conducía su coche de regreso a casa, aún pensando en las palabras del hombre. Sabía que cada persona cargaba su propia herida, pero no tenía idea de que aquella pareja, tan alegre y confiada, había pasado por un golpe tan fuerte en la vida, y aun así, seguían siendo tan positivos.
Al llegar a casa, encontró a Denise en la cocina. Ella cantaba una canción que sonaba en el altavoz de la casa, que estaba a todo volumen. La joven no se había percatado de la presencia de su prometido, que la observaba cantar cerca de la estufa. Algo se estaba horneando, mientras ella ponía una olla al fuego.
Era evidente su cambio de ánimo; aunque aún sufría, Denise estaba intentando lidiar con sus sentimientos de alguna manera.
— ¿Qué estás haciendo? — Su voz salió más fuerte de lo que imaginaba, debido a la música.
Eso asustó a Denise, quien golpeó con el brazo la cuchara que estaba cerca del fogón, haciéndola caer al suelo.
— ¿Estás bien? — se acercó a ella. — ¿Te lastimaste?
— No, estoy bien —río