Mientras Eva observaba a su novio comer, sorbía el vino de su copa.
— Estoy feliz esta noche, pensé que no tendríamos un momento así tan pronto — comentó.
— Te dije que después de mudarme aquí, las cosas estarían más agitadas, por eso no quería que vinieras — respondió él.
— Intenté quedarme en casa de mis padres, pero te extrañaba demasiado.
— No inventes, Eva. He estado lejos por más tiempo y nunca te quejaste.
— Pero ahora es diferente — explicó.
— ¿Qué lo hace diferente?
— Estamos a punto de comprometernos, Ethan. Creo que deberíamos pasar más tiempo juntos, disfrutando de la compañía del otro.
— Eso solo causaría más estrés.
— ¡Claro que no! — Le tocó la mano —. Creo que nos acercaría más, estaríamos dando otro paso y nos acostumbraríamos a vernos todos los días, como si estuviéramos casados.
— Bueno, si nos vamos a ver todos los días cuando nos casemos, no entiendo la prisa por adelantar el proceso.
— Ethan — lo advirtió —. Has cambiado mucho desde que te mudaste aquí, siempre me