Los caminos de Ginevra Winter y Jerome Winchester se cruzan cuando hay un incendio en Phyros, un club de música rock muy concurrido al que Ginevra suele ir. Jerome es bombero y la salva cuando la cosa se pone fea.
Ler maisComo cualquier otro sábado había salido con Edmund, bueno todos le llamamos Ed. Y aunque no tenemos nada serio se podría decir que lo pasamos bien juntos.
Habíamos decidí ir a Phyros, un garito rockero que esta en el centro de la ciudad y que a ambos nos encanta. todos los fines de semana había música en directo y eso para mi era la cosa más placentera del universo, pero nosotros nos conformabamos con ir una vez al mes más o menos, era cuando nos solíamos juntar todo el grupo.
Estábamos esperando a unos amigos con los que habíamos quedado allí, pero como de costumbre en ellos, llegaban tarde asique optamos por acercarnos a la barra y pedir un par de cervezas para hacer tiempo hasta que llegasen.
—Rebeca acaba de mandarme un mensaje, están en mitad de un atasco— dice Ed tras dar un trago a su cerveza.
—No entiendo como se las apañan para llegar siempre tarde— digo mirándole y suspiro.
Doy un trago a mi cerveza y cogiendo a Ed de la mano me lo llevo al servicio de chicos ya que esta siempre menos concurrido que el de chicas. Me sonríe pícaramente mientras lo arrastro hasta uno de los diminutos cubículos, cierra la puerta y en un cerrar y abrir de ojos y me tiene cogida por el culo haciendo que mis piernas rodeen su cintura. Mis labios buscan los suyos desesperadamente, su lengua se entrelaza con la mia y nuestros jadeos suenan ahogados. En ese momento el móvil de Ed vuelve a sonar.
—Déjalo no lo mires— digo besando su barbilla.
—Lo siento nena pero tengo que cogerlo— responde.
Me baja al suelo y saliendo del cuarto de baño responde a quien quiera que sea. Cuando salgo justo detrás de él, un grupo de niñato vociferan eufóricos, ni que fuera la primera chica que ven salir del baño de chicos.
Llego hasta Ed que hablar por teléfono con quien parece ser Norbert. Me hace señas para avisarme que sale a buscarle y que le espere dentro, como de costumbre le hago caso. Aunque mejor así porque en estas fechas en Múnich hace demasiado frio.
Cuando vuelve con Norbert, pedimos una tabla de chupitos.
La noche se pone interesante cuando Norbert que ya está borracho se sujeta a mis caderas por detrás para bailar conmigo y Ed que no soporta no ser el centro de atención, de un empujón le aparta de mi y me besa intensamente en mitad de la sala, y aunque estoy acostumbrada ya a sus ataques de celos la verdad es que preferiría que no lo hiciera con tanta gente a nuestro alrededor.
Por fin el grupo llega al garito y nos podemos divertir todos juntos. Sam, mi mejor amiga me abraza sonriendo y yo se lo devuelvo, hace bastante que no nos vemos y ya la echaba de menos. La noche continua como todo estaba previsto, pero entonces un insoportable pitido hace acto de presencia y todo el mundo empieza a correr al ver las llamas que provienen de una de las barras del local. En ese momento solo siento como la gente comienza a empujarme y Ed al verlo tira de mi, pegandome a él. Me creo a salvo hasta que me doy cuenta de que las llamas comienzan a devorar ferozmente el lugar y Ed muerto de miedo me deja sola entre la multitud, escabullendose entre los pequeños huecos. El humo está haciendo mella en mi, mi respiración es fatigada y mis ojos apenas pueden ver por donde voy.
A estas alturas el local está completamente vacío, solo quedo yo en el lugar, que no soy capaz de salir ya que no veo con tanto humo a mi alrededor y llamas. Mis ojos apenas pueden ver nada, me escuecen y mi pecho está tan oprimido que tengo la sensación de estar ahogandome poco a poco, pero entonces puedo vislumbrar una silueta que rápidamente se acerca a mi. De repente solo siento que mi cuerpo no responde y me desplomo. Pero no siento el golpe contra el suelo, unos brazos fuertes me sujetan evitando la caída. Mis párpados son tan pesados que acaban por cerrarse por completo.
***
Cuando despierto siento mis parpados aún pesados aunque acabo abriéndolos casi por completo. No recuerdo nada de lo que sucedió anoche, estoy desorientada y no sé donde me encuentro. Me miro la muñeca, tengo algo, ¿que es? ¿una vía?... Debo de estar en el hospital ¿que me ha pasado? me toco levemente la cara y noto un tubito que sale de mi nariz, estoy asustada, ¿que paso anoche?
Llevo un rato despierta cuando me doy cuenta de que la puerta de la habitación en la que me encuentro se abre y alguien vestido de verde entra. Imagino que se debe de tratar del médico y la verdad es que, que medico, pienso para mi. Alto, espalda ancha, ojos color miel, pelo oscuro como el carbón, mandíbula marcada, es todo un dios de la medicina. Pero este no tarda en sacarme de mi ensoñamiento.
—Buenos días señorita Winter ¿Como se encuentra?— dice mirándome mientras se acerca a la cama en la que me encuentro.
—Buenos días, ¿que me ha pasado?— pregunto aún confusa.
—¿No recuerda nada?— se extraña.
—La verdad es que no, lo último que recuerdo es que estaba en un concierto con unos amigos.
—La sala en la que se encontraba salió ardiendo, que este viva es un milagro. Uno de los bomberos la sacó de allí— termina diciendo.
—¿Mis amigos están bien?— pregunto.
—Solo quedaba usted dentro de la sala, los demás asistentes salieron y están bien. Ahora dígame si le duele algo.
—El pecho... es como si tuviera una tonelada de acero encima de él.
—Eso se debe al humo, con los días debería de pasar e ir mejorando su respiración. Será mejor que descanse, volveré en unas horas— dice sonriendo levemente y se aleja de la cama.
El médico sale de la habitación cerrando la puerta tras él y yo agotada cierro los ojos dejándome caer en los brazos de morfeo.
No se cuánto tiempo ha pasado hasta que la puerta se vuelve a abrir de nuevo, pero esta vez no es el dios de la medicina, sino el capullo que me dejó tirada en mitad de la multitud cuando más lo necesitaba. Haber descansado unas horas más ha hecho que los recuerdos sobre todo lo sucedido hayan vuelto a mi.
—Ginevra ¿como te encuentras? Joder, pensé que venias detrás de mi pero cuando llegue a la salida me di cuenta de que no estabas— dice sentándose en una silla cerca de la cama.
—No seas hipócrita, tú me dejaste tirada cuando viste que la cosa iba a peor— digo mirándole.
—Joder Ginevra entiende que tenía miedo y que era mejor que si alguien tenía que salir mal parado fuese solo uno y no los dos, ¿no crees? además ese bombero te salvó— dice él si ápice de remordimientos.
—Eres un hijo de puta, casi me muero allí dentro y a ti te importa una mierda— respondo enfadada.
—No es cierto, sabes que te quiero— dice él mirándome.
—Ed tu no me quieres y yo no te quiero, sabes que solo lo pasamos bien juntos, eso es todo, nada más— respondo a sus palabras, quizás este siendo demasiado dura pero fueron los límites que pusimos desde un principio.
—Pero eres mi amiga y me importas.
—Cada día lo pongo más en duda.
En ese momento la puerta de la habitación se abre y entra mi médico acompañado de otro hombre. Si el médico era el dios de la medicina este como mínimo es el dios de los dioses. Su pelo es castaño, sus ojos claros y grises que hacen que no pueda dejar de mirarlos, sus facciones marcadas, sus músculos que hacen que la camisa se ciña a ellos... ¿si no estoy en el cielo, donde estoy?
—Señorita Winter, ¿se encuentra algo mejor?— pregunta mi médico acercandose hasta la cama.
—Si, gracias. Parece que la presión que sentía en el pecho poco a poco se va disipando— respondo.
—Me alegro, aún así echaremos un vistazo para asegurarnos de que todo va bien— se acerca aún más a mi y con el fonendoscopio que lleva colgado del cuello comienza a oscultarme el pecho. aunque esto debería hacerlo sin la presencia del desconocido y de Ed, la verdad es que no termina de molestarme. Estoy demasiado centrada en esos ojos grises que no me quitan la vista de encima —Su pecho esta mucho mejor, pero aún así me gustaría seguir vigilandola durante un par de horas más— dice el doctor.
—¿Entonces podré irme a casa en un rato?— pregunto sonriendo.
—Si todo va bien esta noche volverá a su casa— responde él y yo asiento.
—Muchas gracias— contesto.
—Señorita Winter, quería presentarle a Jerome Winchester, él fue quien la sacó de aquella sala ardiendo— dice el médico señalando al desconocido.
Mi mirada se queda fija en él y como si estuviera reviviendo el momento mi cuerpo es recorrido por un pequeño escalofrío.
—Gracias señor Winchester, he vuelto a nacer gracias a usted— digo agradecida.
—No me las de, era mi trabajo y además no dude en ningún momento de que era lo correcto— responde él dejando su mirada clavada en la mía. Un fuego en mi interior comienza a arder bajo su penetrante mirada.
El médico me mira y se vuelve a acercar de nuevo a mi para comprobar que la sonda está bien colocada.
—Debería descansar y será mejor que su novio también lo haga, con la cara que tiene no le vendría nada mal— dice.
—No es mi novio— siento la necesidad de corregirle.
Ed asiente con la cabeza y sale de la habitación sin despedirse, imagino que todo esto no le está gustando demasiado pero es la verdad. Tras él, el doctor y el señor Winchester van a salir también.
—Señor Winchester ¿le importaría quedarse un momento?— pregunto mirándole.
—Claro, ¿ocurre algo?— pregunta él.
—Solo quiero hablar con usted un minuto— respondo.
El médico sale de la habitación tras despedirse y comentarle a Winchester que le espera en la entrada, y Winchester se sienta en el sillón que hay al lado de la cama y que hasta hace unos minutos ocupaba Ed. Me mira con sus preciosos ojos grises esperando a que hable.
—Solo quería agradecerle de nuevo lo que hizo por mi, aunque no recuerdo bien lo que sucedió si que le vi sujetandome antes de perder la consciencia— digo.
—Hice lo que sentí en ese momento y era mi deber sacarla de allí. Lo único que no entiendo es como pudo quedar atrapada allí sola— responde.
—Me quede allí gracias a Ed— respondo —Al principio él me dio la mano e íbamos saliendo juntos hacia fuera pero cuando la gente comenzó a golpearnos y empujarnos él simplemente soltó mi mano y huyó, después de eso solo recuerdo a la gente aplastandome muerta de miedo e intentando salir a toda costa.
—¿Tu novio te dejó allí tirada?— pregunta confuso.
—Como ya dije antes no es mi novio, e imagino que tendría miedo y por eso lo hizo, no lo justifico pero...
—Entonces es un amigo... solo un amigo... — susurra levemente y yo asiento.
—Lo es señor Winchester.
—Prefiero que me llames Jerome, es menos formal— dice él sonriendo.
—Ginevra, ese es mi nombre— respondo.
Sonreímos a la vez y casi sin voz repito su nombre. Jerome. Que nombre tan bonito.
JEROMEPor fin ha llegado el dia de conocer a mis suegros, debo admitir que estoy nervioso, quiero causarles buena impresion y tengo la sensacion de que mi edad puede ser un problema. Seguramente si tuviera una hija no querria que estuviera con alguien varios años mayor que ella. Once años son suficientes como para hacer notable la diferencia. Solo espero que todo salga bien.—Amor si no te das prisa llegaremos tarde— por increible que parezca Ginevra se ha preparado mucho antes que yo, y ahora me mete prisa.—Ya estoy casi, dame un minuto— nada mas terminar de decir eso ella entra en la habitacion y me mira sonriendo—Cariño, ¿de verdad crees que por ir vestido con un traje azul klein de armani vas a caerle mejor a mis padres?— pregunta ella mientras me mira y yo me encojo de hombros.—Puede que eso ayude, ¿no?— digo y ambos nos reimos.—Pues no cariño, porque tu estarias perfecto con cualquier cosa que te pusieras, venga vamos— dice instandome a que me de prisa.Termino de prepararm
—Me alegro de que te guste, te mereces esto y mucho mas— respondo sonriendo.—Queria decirte algo...—Dime— respondo un poco confuso.—Lo he estado pensando y...—¿Es por la edad?— pregunto imaginandome lo peor.—No cariño, no es por la edad, ese tema esta mas que zanjado para mi, ya te he dicho que no me importa que seas once años mayor que yo, te quiero igual. Es.... quiero que... bueno creo que si e conveniente que conozcas a mis padres.. quiero decir, yo ya he conocido a los tuyos y quiero, bueno creo conveniente por ti, que tu conozcas a los mios— responde ella mirandome y se siente un poco avergonzada.—¿De verdad?— sonrio de felicidad y ella lo hace levemente.—Claro que es verdad, creo que es el momento— dice.—Me parece perfecto, ¿cuando iremos?— pregunto intentando ocultar mi entusiasmo.—¿Podemos hacerlo la semana que viene? Elegiremos un dia que ambos estemos libres— responde y yo asiento.—Si, me parece perfecto. Gracias cariño, muchas gracias por esto— respondo cogiendo
GINEVRA: Hoy he pasado el dia con Loren, la madre de Jerome. Es una mujer fantastica, y se la ve luchadora, me ha enseñado fotos de cuando Jer era pequeño y me ha regalado dos para que las tenga y guarde como un recuerdo de su infancia. Ha sido un buen detalle por su parte. Hemos ido por la mañana a la peluqueria y alli nos hemos puesto guapas, despues hemos ido a ver unas cuantas tiendas, pero pronto ha llegado la hora de comer y hemos aprovechado para ir a un tailandes. Todo estaba buenisimo. Loren a elegido pato a la naranja con almendras y yo tallarines con verduras salteadas y salsa de soja, me vuelven loca. Cuando hemos terminado de comer, hemos vuelto a casa de Loren, tenia que soltarla alli puesto que yo habia llevado el coche y ademas, habia quedado en recoger unas cosas que habia querido dejar alli y que ella me habia dado para Jerome. Recojo las cosas y me despido de Loren, me ha encantado pasar el dia con ella, ademas, me ha contado muchisimas cosas que no sabia de Jero
Llegamos a casa de los padres de Jerome, que digo casa, a la mansion. Tiene un jardin delantero que es una delicia, la fuente de la entrada esta decorada con luces blancas y de color plata, uno de los aparcacoches que han contratado para esa noche nos da la bienvenida y Jerome le entrega las llaves de su coche. Apuesto que esta noche hay demasiados coches de este estilo en esta casa. No me extraña que Jerome se empeñara en comprarme este vestido, parece ser que la fiesta de cumpleaños no sera una fiesta intima, si no por todo lo alto. Nada mas entrar nos encontramos con una pareja de señores, aunque no demasiado mayores pero imagino que son los padres de Jerome y de Amanda, ya que la mujer se acerca hasta nosotros con una bonita sonrisa en la cara. Es rubia, tiene los ojos claros y la tez blanca, ahora entiendo de donde sale la belleza de Amanda, es igual que su madre. —Buenas noches hijo, gracias por venir— dice ella abrazandolo sonriente. — Feliz cumpleaños mama, te presento a Gin
Cuando entro en su consulta ambos nos fundimos en un gran abrazo.—Jer, ¿como estas amigo?— dice él.—Mejor, mucho mejor, Rick. Parece que las cosas empiezan a salirme bien— respondo felizmente.—¿Tu y Ginevra?— pregunta receloso.—Asi es, por fin anoche quiso escucharme y lo entendió todo, todo amigo— digo sonriendo.—No sabes como me alegro de eso, ¿porque no vamos a tomar un café y me cuentas todo con más detalle?— dice él sonriendo.Paso gran parte de la mañana con Rick puesto que él apenas tiene trabajo y le cuento todo lo que ha pasado estos días. Se alegró por todo lo que me ha sucedido y sobre todo por deshacerme de Alexa después de tanto tiempo.****Voy a comer a casa de mis padres, pero solo porque mi querida hermana Amanda me ha metido en ese lio.—Hijo que alegría que estés aquí, ¿Como te va cariño?— pregunta mi madre sonriendo.—Mamá, todo va bien, yo también tenía ganas de verte— digo abrazándola.—Tenéis que solucionar las cosas tu padre y tu, odio que os llevéis mal—
GINEVRA Ver de nuevo a Jerome ha sido un golpe duro, no sabía cómo reaccionar cuando me encontré con él y con aquella chica tan guapa, por suerte para mí, era su hermana. Una chica menos de la que estar celosa, ¿pero que estoy diciendo? ¿Porque debería estar celosa? él y yo no somos nada, ni si quiera hemos tenido algo, es ridículo sentir celos cuando apenas conoces a una persona. Seguro que lo que siento solamente es rabia por lo que vi en el hospital, si, debe de ser eso.Jer me ha pedido que hablemos después de mi turno en el restaurante. Tengo mis dudas, pero muy en el fondo lo único que deseo es volver a verle y estar cerca de él. Soy idiota, lo se.Termino mi turno bastante bien, la noche ha pasado rápido debido a que el restaurante estaba lleno, pero tranquilo ya que no había tantas reservas como días atrás y eso para nosotros, los camareros, es un respiro en toda regla. No tener que correr de un lado para otro del comedor es maravilloso. Me cambio de ropa quitándome la del tr
Último capítulo