49 Un favor.

Lucero ingreso en la pequeña pero acogedora casa, aunque debía reconocer que no era un hogar, solo una casa, vacía y carente de alegría, donde una rubia perdía la razón día a día, y donde ella trataría de traerla de regreso, aun en contra de la voluntad de su madre, Kimberly Bach sabía muy bien que había dolores que te llevaban a perder la cordura y ante eso, cualquiera corría peligro, por supuesto que no queria a su única hija allí, mucho menos a su nieto.

— ¿Qué hace una Bacha en mi hogar? — pregunto con acidez la rubia y Lucero al fin vio el rostro ceniciento de Jade, el dolor en sus verdes ojos, que tanto se parecían a los de Derek, pero también vio más, mucho más, la rubia ocultaba algo,

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