Alena comienza a jadear, sus brazos duelen paralizándose, al momento de volver a sentir sangre correr por sus venas de forma normal, la recorre un calambre por todo el cuerpo.
En ese instante, Alena levanta la cara comprendiendo que su amada prima forma parte de esto… tanto como el traidor de su mate.
— ¿Por qué lo haces Vero? Somos familia, se supone que la Diosa Luna enlazo a Irvin a mi vida, enlazó su destino al mío.
En ese momento Alena sintió que una patada le cruzaba la cara haciéndola caer de espalda.
La reina se enfocó en proteger su barriga y no pudo cuidar su rostro del golpe que recibió al caer, el cual sangraba desmesuradamente.
— ¿Familia? — Reclamó la morena con los ojos color avellana.
En algún momento Alena pensó que su parecido era una bendición pero ahora… ahora no sabía qué pensar…
— Dices que somos familia cuando tengo que inclinarme ante ti, humillarme frente a todos solo porque eres la que lleva la corona, el honor, el rostro de nuestro linaje, porque déjame decirte pri—mi—ta… ¡yo también tengo el mismo linaje, el rey Leonel Campbell era también mi abuelo no solo el tuyo, pero después de años de sacrificios y de mantenerme siempre callada ahora llegó el momento de recibir lo que siempre me perteneció.
En ese instante Vero se arrojó a los labios de Irvin, y sin vergüenza alguna lo besó frente a la reina Alena, el beso fue tan pasional y caliente que Irvin reaccionó en automático, hinchando su pene y recorriendo el cuerpo de Vero por todas sus curvas.
Alena apretó las quijadas no por lo que estaban haciendo ese par de malditos sino porque ese líquido le impedía sentir dolor pero sí sabía los movimientos que hacia su hijo.
Sin avisar a nadie ya que los dos estaban envueltos en el placer de sus carnes, Alena se movió para recargarse en la pared de la celda y empujarse con los pies en el suelo y lograr llegar a su vagina, con la mano exploró su interior y al momento de tocar a su cachorro lo supo…
“Por eso no has podido nacer mi amor, porque vienes de piernitas” pensó ella.
Al saber cuál era el problema ella misma trató de localizar la cabeza pero estaba envuelta en el cordón umbilical.
Alena saco sus manos ensangrentadas, si no se apresuraba su pequeño cachorro iba a morir dentro de ella.
El latido de su corazón se escuchaba cada vez más lento y débil… su corazón se estaba apagando.
En ese instante convirtió sus manos en garras.
— ¡¿Qué haces maldita?! — Gritó Vero al verla pero Alena estaba desesperada y comenzó a desgarrar su propia piel.
Su barriga prominente comenzó a hacerse girones de cuero, piel y viseras.
Una desesperación infernal y el sentimiento de dolor y culpa la inundaban.
Por su culpa había sufrido su cachorro, por confiar en el hombre equivocado, por creer en la unión de sangre familiar.
Pero no moriría, su pequeño llegaría a este mundo para ser grande, y cumplir con su destino…
Cuando Alena finalmente sintió la cabecita de su pequeño cachorro se detuvo y lo quiso tomar entre sus manos, justo en ese instante Vero se lo arrebató incluso ella fue quien rompió el cordón, deshaciendo la unión de madre e hijo de forma permanente.
—Sabes que esto también es mío ¿Verdad? — En ese momento ella abrazó al pequeño cachorro quien lloraba de forma desgarradora— te diré algo, Irvin es mi mate destinado, no el tuyo.
Vero disfrutaba ver el sufrimiento de Alena, para este punto la inyección estaría sin efecto, por lo menos el inhibidor de dolor porque también bloqueaba la regeneración de heridas.
—Fuiste realmente estúpida al confesarme que solo que casarías con tu mate destinado, eso es todo lo que necesité para encargarme de ti, y sí al mismo tiempo que él tenía que sacrificarse acostándose contigo, después llegaba a inundarse de mi olor, complaciéndome e insertándose una y otra vez entre mis piernas, necesitaba deshacerse de ti y ahora… — Dijo con tono de voz emocionada— Me diste el motivo perfecto para terminar contigo-.
En ese momento Alena observó que el pequeño cachorro lloraba tan fuerte por una herida de su propia garra en el pecho
— Tú atacaste a tu heredero, nada puede ser más horrible que ser una loca desquiciada que intentó asesinar a su propio hijo— Declaró Vero.
— No yo… no lo hice…— decía Alena al mismo tiempo que un fuego infernal proveniente de su vientre comenzaba a recorrerla.
“¿Por qué no me curo? ¿Por qué mis heridas siguen abiertas?” Pensaba Alena conteniendo el deseo de gritar por el dolor.
— Pero nuestro lazo…— la reina aun no comprendía la magnitud de lo que estaba sucediendo, la forma en que podría tener dos mates destinadas.
Una carcajada plagada de placer y satisfacción salió del pecho de Vero.
— Hay brujos que hacen pócimas para ocultar olores incluso para cambiarlos, tu cerebro registró esa fragancia como olor de mate destinado y el resto…— Dijo ella encogiéndose de hombros— Lo hiciste tu sola.
En ese instante Alena comenzó a ver borroso no podía soportar tanto dolor, y su sangre se hacía un charco a su alrededor, derramándose sin consideración.
— Sonríe Alena — Le dijo Irvin con burla— llega con una sonrisa al infierno, ahí donde deben estar tus padres, y diles… — Se quedó en silencio un momento para saborear lo que estaba a punto de confesar, agachándose para verla a los ojos — que lamento haberlos ahogado pero no me dejaron otra opción.
Alena sintió que su pecho se quebraba en mil pedazos…
Su visión ya era solo un borrón oscuro lleno de sombras, el accidente de sus padres solo dos meses después de su enlace no había sido un ataque de rebeldes… el mismo hombre con el que dormía el que cuidaba, al que amaba con locura, se había encargado de usar el poder que tenía para arrancarles la vida…
Poder que ella misma le había entregado.
“Regresaré del infierno si es necesario para hacerlos pagar “pensó Alena declarando su venganza