22. Regalos.

Las manos de Eduardo se quedaron sobre la mesa cuando Ana quitó las suyas lentamente y le apartaba la mirada viendo por la ventana, sintió un vacío en el pecho al verle el rostro compungido del hombre, pero, ¿Cómo podía darle una oportunidad si ya lo estaba intentando con Álvaro? ¿qué clase de persona sería?

—¿No? —preguntó y ella apretó los ojos, no quería darle la cara, se sentía contra la espada y la pared —mirame, Ana —ella lo hizo con esfuerzo y los ojos verdosos del periodista la taladraron —no me mientas, sé que te atraigo.

—La atracción no lo es todo, yo decidí darle una oportunidad a Álvaro y no puedo retractarme ahora.

—Si quisieras sí puedes, no deberías estar en una relación que no te llena solo porque él llegó primero —le dijo y Ana golpeó la mesa con la palma de la mano.

—¿Cómo sabes que estoy en una relación que no me llena? Apenas comenzamos —Eduardo no contestó, parecía que tenía muchas cosas que decirle, pero prefirió guardar silencio, y fue la primera vez que Ana vi
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