Kane
Después de esa primera reunión con Vinicius, y de asegurar a Maeve en su celda, salí con un peso aplastante en el pecho.
La mirada de ella, llena de dolor y acusación, aún ardía en mi mente mientras caminaba por los pasillos del castillo. Cada paso me llevaba más cerca de Vinicius, y con cada paso, la ira que hervía en mi interior amenazaba con desbordarse.
Él estaba jugando con fuego, utilizando su sangre como si fuera una mercancía, y cada palabra de esa revelación había sido como un golpe directo a mi estómago.
Mi mano se cerró en un puño tan apretado que mis uñas se clavaron en la palma, el dolor apenas un eco de la tormenta emocional dentro de mí. No veía la hora de acabar con él, de terminar con sus juegos perversos y su supuesto control sobre mí.
Cuando llegué a su oficina, Vinicius estaba de pie frente a la ventana, contemplando la vista de la ciudad. Su postura era la de alguien en control total, seguro de su poder y de su posición.
Sin embargo, para mí, no era más que u