Capítulo 2

Hoy no es mi día, voy muy apurada porque tuve una emergencia. Mi jefa es un dolor en el trasero y no me va a pasar por alto que llegue tarde, paso por el Starbucks por el latte con caramelo sin espuma y con Splenda como le gusta a ella, es una perra esbelta y yo debo de cuidar su dieta y su figura o si no de patitas en la calle.

A parte de su pedido de todos los días me dan un muffin de arándanos porque muero por ellos, nisiquiera debo hacer fila para pedidos, ya conozco a los empleados y siempre tienen listo mi pedido, les doy una buena propina y salgo corriendo dos cuadras más abajo, normalmente me voy en mi bici, es más rápido, ecológico y es el único ejercicio que me puedo permitir, pero se me daño una llanta así que toco el bus hoy.

Estoy por llegar a la puerta para entrar al edificio y tropiezo con alguien que ni había visto que venía en dirección contraria, todo el latte cae en mi camisa, está muy caliente y grito de dolor.

—Merda você não pode ver— hablé en portugués realmente furiosa, este no es mi día.

—¿Eso es portugués? —preguntó una voz varonil que erizo mi cuerpo —lo lamento mucho, voy a una reunión y no te vi, preciosa— la voz del hombre que chocó conmigo era sexy.

Estoy tan ocupada en ver mi camisa arruinada y soplar mi quemadura que no veo bien con quien choqué.

—Preciosa mis… — me calle de golpe cuando subí mi mirada y veo a tan bello espécimen de ojos cafés.

Ojos que se me hicieron familiares, pero no sabía de donde.

—¿Tus qué? — replica con una sonrisa de medio lado, adivinando la cagada que iba a decir.

—Nada — terminé diciendo separando me cuando veo que el hombre invade mi espacio personal— adiós.

—Adiós no, hasta luego, bombón.

Volteo los ojos y echo andar sin dar vuelta atrás, el hombre está como para dar una repasada más o tal vez tres o cuatro, con ese traje y su cabello castaño, quizás cuatro o seis, pero, no tengo tiempo.

Ahora voy sin el latte y sin mi desayuno, quedo todo arruinado en el piso.

La mirada de ese hombre me sorbio el cerebro, deja de pensar en tonterías niña. Me regaña mi mente.

—Ya llegué, ya llegué. Que no cunda el pánico— dije a la carrera a Mónica mi compañera de piso, en el trabajo.

—Genoveva esta furiosa, Romina ¿dónde estabas? Y más importante ¿qué coño te pasó?

—Un idiota me volcó el café de Genoveva encima.

—Mierda, sin café se pone peor— se queja Mónica.

—Pedí uno a domicilio mientras iba en el ascensor, pero no llegará hasta dentro de diez minutos— me lamento, porque diez minutos humanos, son unas tres horas para mí horrible jefa— iré al aseo, ya vengo. Cubreme de nuevo.

Corro al baño y a esta hora está solitario, me quito la camisa y trato de restregarla con jabón líquido en el lavabo y luego me pongo bajo el secador de manos, esto es increíble, jamás me había pasado algo así, necesito este trabajo. No me pueden despedir, llevo tres años aguantandome a la insufrible de mi jefa, Genoveva White.

Estoy divagando cuando viene a  mi mente esos ojos negros, esas cejas gruesas y esas tupidas pestañas, era un hombre muy hermoso, ¿existe eso?  Creo que nunca había considerado a un hombre como hermoso.

Me pongo de nuevo mi camisa blanca, quite la mayoría de la mancha, la meto de nuevo por dentro de mi falda de tubo negra y trato de plancharla con la mano, pero es inútil, ese hombre arruinó mi camisa.

Salgo del aseo de mujeres media hora después y me voy directa a mi puesto y enciendo la computadora y comienzo a teclear, mi trabajo es hacer la vida más fácil a Mónica, soy la que lleva y trae la ropa de la tintorería, busco el almuerzo, arreglo su agenda, mientras Mónica se tiene que aguantar el genio de Genoveva en directo y todo lo que conlleva ser su asistente personal, yo soy como la asistente de la asistente.

—Hubieras visto el papasote que llegó a la oficina de Genoveva.

—¿Qué tiene de especial?

—Esa atracción animal que se ve a unas diez cuadras, tiene testosterona que se huele a kilómetros.

Levantó las cejas porque Mónica siempre es muy explícita en sus detalles morbosos.

—Voy al cuarto de copiado, ¿le llevaste el café en cuanto llegó? — le informe a Mónica.

—Sí, ve tranquila.

Salgo con varias carpetas para hacer las respectivas copias.

Trabajo en una agencia de publicidad y trabajo para la manda más de acá que se parece más a la reina malvada que a una jefa, no tengo vida social por mi trabajo, intenté salir varias veces en unas citas a ciegas, en la primera no pude llegar a tiempo, otra cita fue interrumpida por la vida de mi jefa interrumpiendo la mía, luego me he visto con tipos que rayan lo repulsivo, locos y alcohólicos no precisamente en ese orden y luego me dejaron plantada. Justo en ese momento, en el restaurante elegante, con la gente viéndome como "pobrecita, Romina" dije ya basta. No lo voy a intentar más.

Mi amiga Carlota Cox, quien cariñosamente llamamos CC, intentó disculparse conmigo, pues ella había arreglado todas y cada una de mis citas, hasta me repitió al chico que dejé plantada por llegar tarde, todo por culpa de Genoveva y su fiesta de beneficencia, necesitaba que le llevara el vestido de su casa a la oficina porque no le daba tiempo de pasar por allá. Ese mismo chico, sea quien sea me dejó plantada a mí y me sentí ridícula en un bonito vestido color burdeos en ese costoso restaurante, tomando su costosa agua, mientras me veían con caras de lástima por estar una hora dando largas, hasta que pagué y me fui. Porque el agua no fue de gratis y tiene el mismo costo que un vino y una cena en un restaurante decente a los que yo voy y estoy segura de que es mejor, CC me llamo luego e insistió en que el hombre estaba en una junta y se complicó todo, pero que era buen hombre. Sin embargo pudo avisar ¿no? Así yo no estaba como pasmarote en un restaurante estupido donde un vaso de agua costaba mi riñón izquierdo. Luego de eso no la dejé acercarse a mí para presentarme a nadie.

Terminé de divagar y sacar mis copias, regresé a mi puesto, en ese momento veo a mi jefa regresando de los ascensores y casi me escondo debajo de mi escritorio, casi.

—Renata, no te vi llegar a tiempo con mi café.

—Es Romina, señora— la corregí como siempre, hasta que veo su mueca despectiva— alguien me volcó su café encima.

—Sí, bueno que no se repita.

—Sí, señora— contesté como si de verdad fuera mi culpa, veo su desaprobación y aunque se que tiene cincuenta años corrijo— sí, Genoveva. No volverá a pasar.

No me responde simplemente sigue su camino a su oficina chasqueandole los dedos a Mónica. Esta me da su mirada más tranquilizadora y se pierde con su iPad en la oficina de Cruela Devil.

«Necesito este trabajo, necesito este trabajo, este es tu sueño, excelente prestaciones, seguro social» repito cinco veces antes de sentarme y seguir con mi trabajo.

Me quedo en mi hora de almuerzo, mientras Mónica se va con Genoveva a un almuerzo de negocios, me compré un sándwich de pavo y un jugo de fresa y terminé mi trabajo atrasado.

—Tú, Rita— chasquea los dedos en mi dirección — a mi oficina y tu también.

Me pare como un resorte tragando grueso y veo nerviosa a Mónica, su cara de asombro no me indica nada bueno y respiro profundo mientras camino-corro detrás de ella.

—Tenemos un posible cliente, pero como saben mis agendas están llenas— alega una vez sentada en su escritorio hecho de roble oscuro y pesado— no puedo encargarme de este cliente, pero supervisare todo— se nos queda viendo, mientras entrecruzan los dedos y apoya su mentón en sus manos entrelazados— como no confío en nadie más, ustedes llevarán esa cuenta en conjunto y yo obviamente daré la última palabra.

El silencio en la oficina fue muy obvio, no sabíamos que decir, Genoveva es conocida por ser muy impredecible, sus campañas publicitarias son las mejores, ha ganado premios, es una perra brillante, pero, perra a fin de cuentas.

Esto es más presión para nuestro trabajo, no está diciendo que contratará a alguien más, nos dice entre líneas que tenemos más trabajo, pero esta es la oportunidad que esperaba. Demostrar mi talento, soy buena en esto.

—¿Quién es el cliente? — soy la primera en romper el hielo.

—Una empresa de comesticos— sonríe como recordando algo— aquí esta lo que deben saber, al final de esta semana quiero ideas, ya les diré a los demás que deben hacer— nos quedamos de pie esperando más ordenes— ¿qué esperan? Fuera de mi oficina hay mucho que hacer.

Salimos lo más tranquilas que pudimos y cerramos su oficina y luego nos vimos a la cara y comenzamos a dar saltitos de emoción.

Pensarán que es un m****a tener más trabajo, pero es nuestro sueño, el de Mónica desde hace cinco años y yo tres años esperando cualquier oportunidad remotamente parecida.

El tiempo en la oficina pasó volando y cuando vi ya eran las siete, recogí la carpeta de de FantaLine la línea de cosméticos más cara de todo Estados Unidos, esta es una cuenta importante. Aún no puedo creer que Genoveva nos diera el visto bueno a Mon y a mí de hacer su publicidad.

Mónica se fue hace una hora, tenía que llegar a casa quería ver a su hijo y su esposo y contarles la noticias yo solo tengo a Luciano y Stich aunque se que se pondrán locos de contento cuando me vean, Luciano tiene 3 años y lo cuida mi mamá.

Estoy llegando a mi departamento cuando me entra una llamada y es C.C, pienso en sí contestarle o no, pero vale madres ya le estoy contestando.

—¿Cuando pensabas decirme? — me quedo estática en el rellano de mi puerta, luego giro mi cara a los lados —dimeeee..., ¿no pensabas decirme que Cruella Devil te dio una cuenta hoy?

—Mierda, ¿cómo sabes?

—Yo todo lo sé, cariño— suelta a reir— no te creas, llame a Jon el de contabilidad, sabes que salimos un par de veces y me lo contó.

—¿Lo sabe toda la oficina?

—Nena, claro que sí.

Me quedo muy sorprendida por los alcance que Carlota tiene.

—Bueno me espera Luciano y Stich con una pizza congelada, te dejo.

—¿Qué? — me gritó justo cuando puse mi celular entre mi hombro y mi oído, estoy segura de que me dejó sorda.

—¿Estás demente? — le pregunté, quitándome el teléfono de la oreja y entrando a mi depa.

Stich me recibe gustoso y yo me deshago en mimos para él y luego escucho unos pequeños pies corriendo y aparece Luciano lanzándose sobre mí y casi me tumba, le doy muchos besos.

—Pero, como que una pizza congelada y un perro es tu celebración de hoy, te has vuelto loca mujer.

— Y Luciano, no lo olvides—le recordé —es miércoles tía CC, mañana debo trabajar, hoy llegue súper tarde y no desayuné, un sexy hombreton en vez de darme su número y un rapidito en el baño me volcó una taza de café hirviendo encima. Estoy cansada voy a darme un baño, comer y dormir.

—Hija ¿qué es eso de que un hombre sexy te volcó un café encima?

—Lo que oyes mujer, lo que oyes. Soy tan invincible que el hombre no me vio.

—No eres invisible, tienes casi veinticinco años y tengo toda la vida repitiendote lo mismo Romina, eres sexy, inteligente, independiente y con un cuerpo de infarto.

—Sí, de infarto, pero el mío mana, mira que no importa cuanta dieta haga no rebajó esos muslos de ballena que tengo.

—No estás gorda Romina, eres talla grande, eres hermosa como eres.

—Carlota, no vayamos por ese camino.

—Sí, mejor..., pero, en serio ¿no quieres celebrar con tu mejor amiga?

Ahí va, la vieja y confiable. Juega a la psicología conmigo.

—¿Qué te parece el viernes?

—¿Viernes? Eso está muyyy y lejos.

—CC, estoy con mi hijo y mi perro, mi madre ya se va y no la voy hacer quedarse hasta mañana.

—Bien, viernes —se resignó —pero es ese día y no me vas a salir con excusas baratas, ya Luciano esta grande y mereces salir.

—No está tan grande, pero bueno está bien —cedí por esta vez— nos vemos el viernes, le diré a mamá desde hoy.

Y así fue como logré que colgará.

—Hola, mamá ¿Cómo estás?

—Hola hija, Bien ¿y tú?

—Bien mami ¿cómo se portó Luciano hoy?

—Lucianito se porta bien siempre es Stich el que se comporta mal—.

—¡Mamá! que Stich no te oiga— la regañe.

—¡Ay, hija por Dios! Es un perro—mi madre le resto importancia —¿Qué va hacer?

—No es lo que haga, se pone triste.

—¡Ay, mira! ya te deje la cena en la nevera, solo calienta y no es pizza congelada— me reprochó.

—Gracias, mami.

Mi madre me da un beso en la mejilla de despedida y luego se agacha a la altura de mi hijo se deshace encariñó por él y toma su cartera y se va.

Fui a la nevera, abrí y vi más de 10 tappers denteo con lo que me imagino es la comida de 2 semanas y así es mi madre, le pides que te cuide al niño un día y siempre trae comida o la hace aquí como si viviéramos un batallón; hoy no pudo venir Lola, la niñera de Lucianito, porque su hijo se había enfermado. Así que tuve que correr contrarreloj y llamar a mi mamá para que me auxiliara, aunque normalmente lo hago bien sola.

Me quité los zapatos que me estaban matando y me relaje en el sofá viendo algo de caricaturas con mi niño, luego de la cena nos sentamos en el piso para un concurso de dibujo, cabe destacar que ganó Luciano.

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