Todo el salón estaba en silencio sepulcral, todas las miradas fijas en los tres "Tesoros Nacionales" en la pantalla grande.
Sus palabras decidirían el destino de un ciudadano de la República de Solaria.
Isabella era la discípula predilecta de los maestros, por lo que era muy probable que accedieran.
Solo que ese joven arrogante e ignorante del mundo estaría acabado, se convertiría en apátrida.
Carlos dejó escapar una risa fría sin disimulo, con una expresión de regocijo mal disimulado.
Los admiradores de Isabella pensaban igual.
¡Bien merecido!
¡Para que aprendas a despreciar a nuestra diosa!
A partir de ahora, ¡solo vivirás en el arrepentimiento!
Isabella miraba a Gabriel con frialdad.
Gabriel era una amenaza para los Reyes, y ella no permitiría que se quedara en Puerto Luminoso.
Pensándolo bien, había elegido este método.
Era mejor acabar con él de una vez por todas, expulsarlo de la República de Solaria para que nunca pudiera volver a pisarla.
Creía que sus queridos maestros acceder