En los Méndez, Andrea despertó lentamente.
Al abrir los ojos, vio las miradas preocupadas de Gabriel y Sofía.
— Sofía, Gabriel, ¿dónde estoy? ¿Por qué me siento un poco mareada? —preguntó Andrea confundida.
Los recuerdos de antes de desmayarse volvieron gradualmente.
Recordó que Camila la había llamado, que había bebido una copa de vino que le ofreció, y luego su cuerpo se debilitó y comenzó a sentirse somnolienta.
Recordaba que antes de perder el conocimiento, vio a aquel joven acercándose con una sonrisa lasciva...
Los ojos de Andrea se abrieron de par en par y se incorporó rápidamente, apartando las sábanas.
— Sofía... ¿cómo... cómo regresé aquí? —preguntó con ojos húmedos, algo temblorosa.
Apenas tenía veinte años, pura como una flor blanca, ¿cómo podría haber experimentado tal oscuridad?
— Tranquila, no te pasó nada —dijo Sofía acariciando suavemente su frente con ternura—. Tu Gabriel te trajo de vuelta del hotel, y ya se encargó de los malvados.
Al escuchar esto, Andrea miró a Ga