Ningún artista de la nueva generación en el país podría tener tal prestigio.
Solo porque tenía varios maestros, cada uno de ellos encumbrado en el salón de la fama, venerados por el mundo como pilares.
Entre ellos, algunos incluso poseían el título de "Tesoro Nacional", figuras extremadamente respetadas en la República de Solaria.
—Gabriel, ¿tienes algo más que decir? —preguntó Isabella.
Gabriel sonrió levemente.
—¿De verdad crees que tus obras son excepcionalmente buenas? ¿De verdad crees que esos maestros te aceptaron como discípula porque vieron tu talento extraordinario? —su rostro mostraba burla.
—¿Si no, qué otra razón habría? —bufó Isabella.
Gabriel levantó un dedo.
—Dentro de un día, todas tus obras perderán su valor y caerán desde las nubes.
Los hermosos ojos de Isabella se entrecerraron.
—¡Gabriel, lograste enfurecerme! ¡Esto te lo buscaste! —dijo con frialdad.
Dicho esto, Isabella inició directamente una videollamada grupal a través de una aplicación de mensajería.
Todo se p