Adriana movió su silla hacia el borde de la mesa de juego. Quería alejarse un poco. Sin embargo, el hombre a su lado extendió la mano y tiró de su silla hacia la posición más cercana a él. Con su cuerpo recostado hacia atrás, su brazo podía descansar fácilmente detrás de ella.
Adriana enderezó la espalda, evitando el contacto.
Sabía jugar al póker, y no solo eso, era una experta. A pesar de ello, mantuvo la calma en su rostro, pidió al crupier que repitiera las reglas, y al final, aparentando no entender completamente, hizo dos preguntas más.
—Juega a tu antojo. ¿El señor Vargas no puede soportar las ganancias y pérdidas?— bromeó el crupier.
Adriana sonrió,
—Aunque se diga eso, ¿quién no quiere ganar?
Se mostró seria y nerviosa, jugando su papel a la perfección.
El crupier comenzó a repartir las cartas.
Adriana las tomó una por una, consultando la opinión de Omar en cada ronda.
—Señor Vargas, ¿vas o no?
—Señor Vargas, ¿aumentas la apuesta?
—Señor Vargas...
—¿Eres tan incapaz por ti mi