Adara
El padre había oficializado una misa corta, yo me mantuve alejada de eso. Mientras los empleados, los niños y él celebraba, yo recorría las instalaciones. Mi tía Patricia me encontró en la última habitación de bebés hasta un año, había varias cunas.
—Te encontré.
—Hola, tía.
Me abrazó y en ese momento no sabía que necesitaba tanto de una muestra de afecto. Pero como me ha dicho mi madre. Con los años no es necesario que nos digan las cosas, las intuimos.
—¿Estás bien? Te veo triste.
Y ahí estaba la sabiduría de los años. Siempre se daban cuenta de todo, dicen que las madres eran adivinas, pero nosotros tenemos madre y segundas madres a las que no se les escapaba nada.
—Solo un poco. Creí que me había embarazado y en la madrugada me vino la menstruación.
—Sé cómo se siente, por varios meses me sentí así cada mes, hasta que ocurrió el milagro y Eduardo José llegó a mi vida, después cada uno de mis siguientes hijos.
—¿Cómo lograste controlar la ansiedad?
—Trabajando mucho, y entreg