Él se cubrió la cabeza con las manos. Dijo con tono de arrepentimiento: —En mi sueño, era un idiota. Lo siento mucho, quiero compensarte...
Di un paso atrás y contesté con tono distante e indiferente: —Si de verdad quieres compensarme, entonces vive feliz con Sara y no vuelvas a molestarme.
Sus hombros se hundieron de golpe. Me suplicó con una mirada de pena: —¿No tengo ninguna oportunidad? ¿De verdad no puedo estar contigo?
Señalé la puerta para echarlo. —Vete, ¡nunca podremos estar juntos!
Ya que él y Sara vivían aquí, no tenía sentido que me quedara en ese lugar. La casa de los García nunca había sido mi hogar. A la mañana siguiente, preparé mi equipaje y llamé a la puerta de la madre de Hugo. Le entregué una tarjeta bancaria y le dije: —Señora, gracias por cuidarme todos estos años. Este dinero es para agradecerles por criarme.
Ella se sorprendió por mi gesto y enseguida lo rechazó con la mano. —Alba, eso no puede ser...
—Tómalo, es posible que no nos veamos a menudo en el futuro.