Al día siguiente, Rocío se despertó en un espacio vacío y frío al otro lado de la cama. Supuso que Chris no había vuelto a casa.
—Oh, bueno, aún mejor. No necesito hacer ningún deber de esposa —se quejó para sí misma y se levantó para darse una ducha.
Planeaba ir a su casa y conseguir sus cosas que al menos estuvieran a su nombre. Incluyendo las fotos de sus difuntos padres y su mullido perro habanes.
Rocío se vistió con una camiseta sin mangas azul claro, un par de jeans ajustados azul oscuro y zapatillas deportivas. Estaba asombrada de quién alguna vez preparó su ropa. Nadie conocía sus medidas, pero pudieron adivinar correctamente.
—¿Cuándo los prepararon de todos modos? —murmuró para sí misma y bajó las escaleras.
—Buenos días señora —Elizabeth y otra dama dijeron al unísono.
—Buenos días, gracias —Rocío le devolvió el saludo alegremente.
—Esta es Sandra, ella también es parte del personal de la villa. Llegarás a conocerlos a todos a su debido tiempo —dijo Elizabeth, presentando