Chris estiró la espalda después de estar sentado durante 4 horas seguidas sin descansar.
Su empresa era muy diversa.
Se aventuraron en la fabricación de aparatos eléctricos y digitales. La empresa también tenía pequeñas empresas subsidiarias y él estaba a cargo de supervisar cada proyecto. Por lo tanto, la carga de trabajo de Chris era el doble que la de un Ceo ordinario de una sola empresa.
Moviendo su muñeca, Chris miró la hora y se levantó de su silla. Era hora de ir al evento y según John, Rocío estaría en un salón de belleza esperando que él la recogiera.
Chris se rió entre dientes de lo mandona que podía ser Rocío... él era el jefe, pero, sin embargo, se sentía como su esclavo. Ella fue la primera, no, la única en darle órdenes y aun así lo haría sin objeciones.
Con pasos largos y urgentes, salió del edificio de la empresa y pidió a su chofer que lo llevara al salón de belleza.
—¿Debería entrar y llamar a la señora? —el conductor preguntó después de estacionar el auto afuera de