76.
El miedo me embargó por un instante. Fue imposible para mí no reaccionar a aquello, probablemente con una mueca de terror o de asco, ya que Nicolás levantó el mentón hacia mí.
— ¿Me juzgas por eso?
— Claro que lo hago — le dije. La voz me tembló — . ¿Cómo haces algo como eso? Está enfermizo, sucio.
— al inició... Pensé la primera vez que era algo terrible, profanador, pero ahora ya no estoy tan seguro.
Se acercó a mí, recortando la distancia que nos separaba. Me tomó por el cuello y me estrelló contra el vidrio. No fue con mucha fuerza, pero lo suficiente como para considerarlo una acción agresiva.
— ¿Crees que no puedo verlo? — me dijo. Tenía la mirada perdida en mis propias pupilas. Pude verlo alterado, sentir su desesperación, su miedo, también su corrupción — Lo veo en tus ojos. La veo a ella.
Yo apoyé mis manos en su pecho y lo empujé con fuerza. Nicolás trastabilló y casi cayó al suelo, pero logró aferrarse al escritorio.
— Esto es injusticia. Puedo verla en tus ojos, a Eva