Deseo Liberado
Deseo Liberado
Por: Iraya Baute
Capítulo I "No me conoces"

No sé por qué creí que lo iba a entender, bueno sabía que la posibilidad de que se conformara era escasa, pero mi padre nunca me ha entendido. Vive en el pasado, y el camino que voy a emprender, no sólo ha provocado recuerdos indeseados en él, sino que ha abierto aún más este abismo que existe entre nosotros, desde que era pequeña.

En fin, esto es algo con lo que he aprendido a convivir, y desde luego no pienso echarme atrás en mi decisión. Y voy a llegar hasta el final.

Miro a mi padre, sé que no me va a decir nada, pero veo el disgusto en su cara y la rabia en sus ojos, confirmándome la decepción que soy para él. Sé que hubiera deseado que fuera más parecida a él y menos a mi madre.

Pero no puedes pedirle a mi sangre española que se acalle. Me matan estas ansias de seguir adelante, de descubrir un nuevo futuro, de vivir.

Es muy triste, pero sé que no me conoce. No deseo vivir a la vieja forma inglesa, de creerse que estamos por encima de todos, y que nos basta con ser así, controlados, tranquilos, aislados de todos, sin evolucionar en esencia, manteniendo esta cultura de siglos.

Sino fuera por este rasgo de mi personalidad heredado, nunca hubiera nacido. Todo causado porque una canaria de dieciocho años le dijo a un piloto, de las fuerzas aéreas de gran imperio británico, de casi quince centímetros más alto que ella, donde podía meterse esa sonrisita y las manos que pretendían tocarla.

Este recuerdo que mis padres me contaron de pequeña me hizo sonreír.

Mi madre era toda una dama española, una autentica princesa guanche, que puso a mi padre en su sitio, haciendo que se enamorara locamente de ella, al primer bofetón. El corazón ingles de mi padre no estaba preparado para todo ese fuego y esa pasión. Aún recuerdo antes de morir mi madre, cuando mi vida era maravillosa y feliz, como mi padre ante un enojo de mi madre, bajaba la cabeza y me decía:

 - “ Agy, papi es muy valiente, se enfrenta a todo tipo de peligros en el aire, pero prefiero luchar contra veinte MIC armados hasta los dientes, que contra la princesa de fuego que es tu madre, siempre salgo derrotado”

Yo me reía y veía a mi madre mirar a mi padre con esa mirada que lo hacía temblar, hasta que él la besaba y le pedía perdón. Luego todos reíamos.

- “¡Ay, mamá!, ¡cómo te echo de menos!"- me lamenté.

Tras la muerte en un accidente de coche de mi madre, mi padre perdió su principal razón de vivir, aunque estaba ahí a mi lado, el fuego de su vida se lo llevó ella, y se convirtió en una persona recta e intransigente.

No ayudaba que a medida que yo crecía me fuera pareciendo cada vez más al amor de su vida.

Esto se ponía más de manifiesto, en las ocasiones que mi padre se emborrachaba.  Solía coincidir con el aniversario de la muerte de mi madre. Lo solía encontrar tirado en el salón, cuando se daba cuenta que yo estaba ahí, me decía:

- “¿Cómo has podido dejarme?, ¿cómo has podido dejarme sin tu sonrisa, sin tu valor, sin tu amor, sin tu fuego? Eres la dueña de mi felicidad, mi amor. Te echo de menos, tus besos, tu pasión, princesa guanche, domaste a este pobre inglesito, y lo hiciste tuyo para siempre. Te amo May”

Siempre he envidiado ese amor de mis padres, esa pasión que hace doblegar a un hombre como mi padre, hasta casi destruirlo. Cuando ella desapareció, nunca miro a otra mujer, no sé si llego a tener alguna relación esporádica, pero desde luego, nadie podía competir con esa rubia canaria, bajita con fuego en la mirada.

Vuelvo a la realidad, y veo que mi padre sigue sin decir nada.

-” Papá, sé que no lo entiendes, pero es algo que mamá querría que hiciera, necesito, descubrir esa parte de mis raíces, y es el trabajo soñado, trabajare con menores y familias en situación de riesgo, me quedare con mi prima Gara, la hija de la hermana de mamá. Tía Amparo, así la ayudare con el cuidado del pequeño Jonay.” - le digo, aunque observo que mis palabras no han causado su efecto, tampoco lo esperaba.

-” Has lo que quieras, como si yo pudiera pararte, siempre haces tú voluntad, no entiendo con lo buena que eras entrenado para convertir en piloto y entrar en las fuerzas aéreas, como decidiste estudiar eso tan inútil...ayuda social.”- me recriminó.

 

-” ¡No es ayuda social!, ¿cómo puedes quejarte de lo que hago, si ni siquiera sabes que estudie o cual es mi trabajo?, es que … - me calle de repente y suspire- “esto no nos lleva a ningún lugar”- proseguí -” sabes que ser instruida por ti desde pequeña en defensa personal, en constancia, esfuerzo, concentración, observación y todas esas cualidades que te hacen ser un gran piloto militar, me ayudan también en mi trabajo, que es servir y ayudar a los demás, papá yo también ayudo a mi manera” - finalice

-” ¿Y tienes que hacerlo a veinte mil kilómetros de aquí, en las Islas Canarias?, ¿no puedes ayudar a la gente de tu país? Tambien hay necesitados y gente desfavorecida aquí. ¡Es que no lo entiendo!”- lo interrumpí molesta.

-” ¡Ese también es mi país!, te recuerdo que soy mitad española, ¿o te has olvidado de que la sangre que corre por mis venas también es canaria?” Mi padre se levantó del sillón de repente enfadado, pero como siempre contenido.

-” Has lo que quieras, pero cuando te des cuenta de tu error, espero que sepas disculparte debidamente con tu padre y volver para cumplir tu deber con tu país”. - y se fue lentamente, sin dar un portazo.

Odio esa contención inglesa que impide que golpees algo, todo debe de hacerse de manera correcta y civilizada, sin gritar, ni patear, porque mi parte española está deseando coger ese jarrón que hay en la mesa y estrellarlo contra el suelo.

-” ¿Y por qué no? - pienso.

Sin más me levanto cojo el jarrón y lo tiro contra la chimenea, veo y oigo como se rompe en millones de pedazos, grito de felicidad, por fin dejo salir esta parte de mí, que mi padre intento domar, para no recordar a mi madre.

-” Bueno encantada de conocerte nueva Arely Ágora Watson Arteaga”- sonreí, dirigiéndome a mi habitación para hacer mis maletas, en diecinueve horas comenzaba mi nueva vida.

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