LVII. A la espera
•AMANDA•
Despertar, ver el cielo gris o luminoso, ver la lluvia caer, el día y la noche pasar como un soplo, sentir el aire en el rostro, el sol calentar mi piel. En eso se habían convertido mis días, en simples e insignificantes cosas irrelevantes pasando a mi alrededor, cosas que antes agradecía y que me encantaba ver, pero que en ese momento solo podía aborrecer con todas las fuerzas de mi ser, deseando no ver ni sentir absolutamente nada.
No tenía sentido vivir y ser testigo de cómo el tiempo pasaba y me sumía cada vez más hondo en un pozo que no tenía salida alguna. A donde fuese que mirara todo estaba oscuro, vacío, sin color alguno. Todo a mi alrededor estaba muerto... Yo misma lo estaba, aunque mi corazón se negaba a dejar de palpitar.
No tenía ni la remota idea de qué día era, y tampoco me importaba si salía el sol o si llovía, si me bañaba o me pasaba un peine por el cabello. No había nada que me importara en ese momento más que morir. Contaba los segundos para dejar de ha