LXXIII. FINAL
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Estaba cansada y con mucho sueño, pero deseosa de sostener a mi pequeño Will en mis brazos, cobijarlo y darle todo mi amor. Pero desde que me llevaron a una habitación estaban tardando tanto en traerlo que ya empezaba a sentirme ansiosa.
—Buenas tardes, mamá. Aquí está nuestro pequeño campeón —mencionó la enfermera, entrando a la habitación con mi hijo en sus brazos y haciendo que mi corazón se disparara como un loco—. Mira, pequeñín, te presento a tu mami.
Lágrimas llenas de felicidad se deslizaron por mis mejillas mientras estiraba los brazos y sostenía a mi hijo. Todo se redujo a la nada en el segundo que lo vi, que su pequeño cuerpo me dio todo el calor y las fuerzas para seguir luchando.
Mi bebé era tan pequeño, tan hermoso. Sus ojos estaban cerrados, privandome de ver el color de ellos. Sus mejillas rosadas y regordetas, su piel blanca y un espeso cabello castaño claro que era la mezcla perfecta entre el rubio de mi esposo y mi cabello castaño oscuro. Sus manitas estaban a l