Lorenzo se sorprendió muchísimo y sonrió, diciendo: —No te preocupes, lo entiendo muy bien, todos tenemos nuestras dificultades en la vida.
Quimera respiró aliviada y le sonrió con amabilidad:
—Tu equipo probablemente todavía necesita un contador, ¿verdad?
Lorenzo respondió sin dudar dos veces: —Sí.
—Trabajaba en el departamento de finanzas del grupo como contadora senior, debería poder hacerlo.
—¡Eso es fantástico! Señorita Lara, ¡me has ayudado muchísimo!
Ahora que tenían a las personas y la contadora, todo estaba listo, solo faltaba un pequeño empujón.
Pero justo en ese momento, Iván se acercó con el ceño fruncido, maldiciendo con furia:
—¡Maldita sea! ¡Estas personas son muy arrogantes!
—¿A quién estás maldiciendo? —Lorenzo frunció muy preocupado el ceño.
El otro se asustó y rápidamente le explicó:
—¡No te estaba maldiciendo a ti, señor Reyes! Me refería a los nuevos colegas que acabamos de recibir del departamento médico; ¡son realmente tan arrogantes como si nadie más importara!