Capítulo 3
—Ezequiel, ¿cómo seguiré en el mundo de farándula después de que estos periodistas tomaron fotos?

Bella miró al hombre con ojos de pedir.

—Si estás conmigo, puedes hacer lo que quieras aunque la mitad de las empresas del mundo de farádula pertenecen a Aurora, no tienes que preocuparte. —la consoló Ezequiel. —Cariño, ve a descansar un poco.

Una sonrisa se formó de inmediato en la desafiante cara de Bella, y lanzó una mirada a Aurora, la que estaba avergonzada. Luego giraba sensualmente la cintura mientras se alejaba.

A pesar de que la molesta amante se había ido, Aurora no mostró relajación, sino que se puso más tensa.

Ezequiel soltó la toalla, dejando su figura al aire frente a ella.

Ella se mordió los labios y, de manera instintiva, intentó a apartar la mirada, pero la rabia contenida la obligó a detener el movimiento de girar la cabeza.

Él se rió de repente.

—¿Qué pasa? Me miras con esta mirada tan apasionada, señorita Guzmán. ¿Anoche no te satisfeché?

La cara de Aurora se puso rojo, aunque su mirada no podía esconder más.

—Estás pensando demaciado. Eres mi esposo, si yo quisiera ver, lo haría sin vacilación.

—¿Ah, sí? — Sus ojos sonrientes se acercaron al instante, Ezequiel levantó su barbilla, la mirada sensual tenía un toque de frialdad. —Aurora, ¿qué estás tramando? ¿Quieres que aparezca medio desnudo en el Internet y que los Mendoza nos avergoncemos?

Atrapado con su amante en el acto no era algo que le disgustaba en absoluto; de hecho, pensó que divertido tener algo así interesante en su vida. Pero ella trayó toda la tropa de paparazzi para atraparlo no es algo resulta tan agradable.

—¿Todavía te importa la reputación de los Mendoza?

Aunque no le amaba, ella aún era la señora Mendoza reconocida por todos. Ezequiel le era infiel lo que hizo a Aurora asombrada, también estaba destruyendo la reputación de los Mendoza al mismo tiempo.

—¿Acaso olvitaste tan rápido? Hace un momento, informé a esos medios de chismes que tuvimos una noche increíble. Si yo fuera tú, ahora deberías sentirte muy orgullosa de haberte casada con un esposo tan hábil como yo.

Al ver los finos labios de Ezequie se curvaban cada vez más perversos, Aurora estaba tan furiosa que temblaba todo el cuerpo. ¡Qué hombre tan sinvergüenza!

—¿Ah, ahora te enfadas? ¿Sabes cuál es la mejor manera de calmar a una mujer enojada?

Ezequiel, con una sonrisa socarrona, disfrutaba de los cambios de expresión en la cara de Aurora. Sus dedos se deslizaron hacia abajo, detenidos en el escote de su blusa de seda.

—La mejor manera es hacer el amor hasta que esté satisfecha y deje de enojarse.

Aurora sintió repentinamente un frío en su pecho. Con sorpresa, abrió los ojos grandes al ver a Ezequiel vertiendo una copa de vino tinto en su camisa.

La blusa de seda blanca de inmediato se tiñó de grandes manchas rojas que se extendían hacia abajo.

—¡Ezequiel, estás loco!

Incapaz de soportar tal humillación, levantó la mano y la arrojó hacia la cara de ese hombre.

Ezequiel abandonó la copa de vino y agarró bruscamente la pequeña mano de Aurora que se aproximaba a su mejilla.

—Hemos estado casados por tanto tiempo, y nunca me has mostrado la tentación de estar mojada. Bella, en cambio, entiende mucho más que tú.

—Cállate, no quiero escuchar tuyas cosas sucias.— Aurora giró la cabeza hacia el otro lado, sin dejar que Ezequiel viera su estado malparado en este momento.

Con una sonrisa en los ojos que se acercaban, él la empujó hacia la pared, agarrando sus manos y levantándolas sobre su cabeza.
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