Capítulo 4
Aurora temblaba todo el cuerpo, no podía creer qué está haciendo ... pero esto solo era el comienzo. Él inclinó la cabeza y comenzó a besarla.

Se puso enojada, sintiéndose avergonzada y con la cara enrojecida.

Ezequiel, el playboy que disfrutaba de los líos amorosos, era experto en provocarla, y ella no podía resistirse.

—Te rindes tan fácilmente, ja, ja.

Se rió sarcásticamente, su mano se movió hacia Aurora, y su expresión cambió rápidamente.

—Cabrón.

—Lo siento, te has casado con un cabrón.

—Suéltame.

—¿Por qué tienes tanta prisa? Todavía no logro que dejes de enojarte.

—¡Ugh!

Los dos cueros desmudos hacen el amor en una pasión sin límites... después de mucho tiempo, terminaron, y Aurora se desplomó en el frío suelo de baldosas. Sin embargo, su corazón está más frío. Ezequiel se inclinó para mirarla en el suelo,

—Abuelo nos urge a tener un hijo todos los días, pero ¿cómo puedo hacerlo? No tengo ninguna intención de que lleves mi hijo. Porque no mereces tener mi hijo.

Él terminó de hablar, cerró la puerta de la habitación y se fue. Aurora se acurrucó, su cuerpo ya no le dolía tanto de antes, pero su corazón estaba fuertemente herido.

Los dedos secó ls lágrimas en la comisura de sus ojos, mientras se preguntaba qué mal había hecho, ¿por qué él la trataba así? Este matrimonio fue decidido por el abuelo, y aunque ella amaba a Ezequiel mucho, nunca lo había presionado. ¿Por qué él la trataba con tanta indiferencia y crueldad?

Aurora, agotada físicamente, lloró hasta quedarse dormida en el suelo. Cuando volvió en sí, ya era la mañana del día siguiente.

Miró alrededor de la habitación vacía, se apoyó en la pared para levantarse y llamó al asistente.

—Tráeme un conjunto de ropa, te enviaré la dirección.

Después de esperar una hora y sin que el asistente llegara, no pudo resistirse y llamó de nuevo.

—¿Dónde estás?

—Señorita Guzmán, algo sucedió.

Al escuchar el tono del asistente, su cuerpo exhausto se enderezó de inmediato, y su tono se volvió calmado.

—No te preocupes, explícame claramente.

—Acabo de tomar la ropa para llevársela, pero de repente llegaron muchos accionistas. Quieren retirar sus inversiones de Grupo Guzmán, señorita Guzmán, la empresa está ahora en un completo caos.

—Haz que me esperen en la sala de reunión, toma la ropa y espérame en el estacionamiento del edificio. Estaré allí en diez minutos.

Tras colgar el teléfono, frunció el ceño, preguntándose cómo podía suceder de repente que los accionistas quisieran retirar sus inversiones.

Diez minutos después, el coche de Aurora se estacionó puntualmente en su lugar designado en el estacionamiento. Su asistente se acercó de inmediato, entregándole el conjunto de ropa a través de la ventana abierta del coche.
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