CAPITULO 10

GIULIO

El nudo que comenzó a formarse en mi garganta al salir de aquella pensión, fue creciendo y obstruyendo prácticamente mi respiración. Inhalé profundo y luego largué todo el aire de golpe, para ver si aquello me quitaba algo de tensión.

Me encontraba de pie, a un lado de la escalera montada que tenía para subir al jet privado que me llevaría a Roma, junto con Leila.

Leila… Leila… ¡Maldita Leila!

Ese demonio de chiquilla logró que hiciera la única cosa que me había propuesto no hacer jamás: pedirle a una mujer que se case conmigo.

Sin embargo, en el momento la mente se me nubló y en lo único que podía pensar era en ella, con su pelo color fuego, desnuda por entero en mi cama.

Negué con la cabeza. Esa mujer me volvería loco si me descuidaba y en todo caso, yo quería volve

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