— ¿ Dónde está?
— Cálmese señor. Recuerde que no puede alterarse.
— Cállate Rocco y dime donde está...
— No lo sabemos. El alcalde dijo que salió muy apurado de la fiesta y las sivierntas que fueron a rehacer la habitación encontraron a la chica.
Lorenzo comenzó a respirar con dificultad y se vio obligado a apoyarse en el hombro de Rocco.
— Siempre le dije a su madre que no debimos haberlo tenido. Bien caro le salió no escucharme...
— ¿ Cómo?
— Nada, encuéntralo y traémelo. Encargale a todos los hombres que tienes en aquel pueblo que le den caza; cueste lo que cueste.
— De acuerdo señor.
— Rocco...nada más, no lo maten.
— Por supuesto que no señor. — El sicario lo ayudó a sentarse y caminó apurado hacia la puerta principal. Pocos segundos después regresó.
— Señor...
Lorezno abrió los ojos.
— ¿ Qué pasó ahora?
— ¿ Qué quiere que hagamos con ella?
— Deja que Alfonso se encargue, como planeado y que luego la siga bien de cerca. Apuesto lo que sea a que mi hijo irá a buscar