Se detuvo, se giró hacia mí y me lo recordó con humor.
Lo miré tímidamente:
—Usted es un cliente distinguido, y el cliente siempre tiene la razón...
—Pero prefiero ser tratado simplemente como persona.
Su respuesta, otra vez humorística, me hizo sonreír y relajarme un poco:
—De acuerdo, lo tendré en cuenta.
—Gracias por todo, señorita Navarro. Hasta pronto —cada palabra de Lucas transmitía una educación exquisita que resultaba bastante agradable.
Después de despedirse, no olvidó instruir al chofer:
—Alberto, conduzca con cuidado, asegúrese de que la señorita Navarro y su acompañante lleguen seguras.
—Sí, joven.
Lucas me dedicó una sonrisa y una inclinación de cabeza antes de subir al Audi A8 que ya tenía la puerta abierta.
Me sorprendió demasiado. Con todo su poder y estatus, ¿solo usaba un Audi A8?
No era de extrañar que se dijera que los Montero eran discretos y misteriosos.
Bajando la montaña, el auto de Lucas iba delante del nuestro.
Rosa miraba distraída por la ventana, admirando