Su abuela Catalina, no había querido seguir discutiendo con su nieto. Ella creía fielmente en las imagines que Mariel le había se había encargado de enviarle, asi que prefirió responderle a Sebastian enviándole a su teléfono la foto que tanto había mirado ella y su esposo Don Santiago Novak.
Cuando Sebastian recibió la imagen que su abuela le envió se atragantó de horror.
Era él.
En la playa.
De espaldas, y en sus brazos... estaba una Melisa coqueta en bikini, con su cabello de color de la nuez volando libre con el viento, riendo con esa risa cristalina que lo había perseguido en sueños.
Sebastian no lo podía creer, pensó durante todo ese tiempo en la única tarde que se habían escaparon a pasear por la orilla del mar, que se iba a imaginar que las cosas terminaran como lo hicieron, o peor aún que alguien le haya tomado una fotografía asi… Melisa aferrada a su cuello como si no existiera nada más en el mundo que ellos dos.
Luego de haber caminado por una hora sin saber que hacer, vuelve a observar la foto que, aunque se encuentra de espaldas, recuerda que no podía dejar de sonreír… pensaba en Melisa y en la conversación que tuvieron la tarde anterior, sus palabras dolidas al decirle que entendía lo que él quería… y que lo que había pasado en la isla debía quedarse ahí.
-- Que idiota he sido – susurra para sí, suspirando, intentando pensar con claridad.
De pronto un nuevo mensaje de su abuela llegó.
-- Si no fuera por Mariel nunca nos habríamos enterado de que tenías una novia tan hermosa… nieto ingrato –
Sebastian apretó los puños con fuerza, ahora sabia quien les había enviado aquella imagen.
-- Maldita seas Mariel – susurró.
Había subestimado las locuras de su ex, ahora incluso piensa que ese problema en el sistema de la agencia de viajes pudo ser ocasionado por ella.
Porque Mariel era bipolar… eso pensaba él. Su humor era tan cambiante siempre, que había llegado a sospecharlo.
Por su parte Mariel había pensado que, enviándoles esa foto, los abuelos de Sebastian que le tenían estima correrían a presionarlo para que volviera con ella, y asi dejara a aquella chica fácil que estaba semi desnuda junto a él. Pero lo que no calculó fue que doña Cata y don Santiago, apenas vieron a Melisa, se enamoraron perdidamente de su "nueva nieta política".
¡Y ahora querían conocerla, esa misma noche!
Sebastian revisa su reloj, le quedaba menos de ocho horas para convencer a Melisa de que fingiera ser su novia. Era eso o perder la poca cordura que le quedaba. Conocía a sus abuelos, y sabía que nada ni nadie les quitaría de la cabeza, conocer a aquella mujer.
Minutos después, Sebastian cruzo el enorme pasillo. Sus pazos eran largos y decididos. Los empleados se apartaban de su camino como si olieran el peligro inminente.
Al llegar al pequeño cubículo donde Melisa trabajaba junto a las otras dos compañeras, se detuvo un segundo, y respirando hondo, se dio valor.
Melisa estaba sentado frente a su computadora, podía verlo de reojo, podía oler su perfume amaderado que la había vuelto loca en el viaje a la isla, con la cabeza ladeada, mordiendo suavemente la punta de su lápiz.
Una visión inocente y mortal al mismo tiempo, una que consiguió mover su manzana de Adam.
Desde aquella noche en la isla, no había podido dejar de admirarla... ni de maldecirse por ello. Melisa levantó la vista cuando lo sintió acercarse, sus compañeras dejaron de respirar imaginando que era una de ellas la que acompañaría al jefe a su oficina.
-- ¿Se le ofrece algo, señor Novak? – le preguntó la mas antigua de las tres, él ni siquiera la escucho, su mirada estaba fija en Melisa, en ella y en su hermoso escote. Había dejado de lado su disfraz horroroso con el que había ido a trabajar los días siguientes de su accidentado encuentro.
-- Necesito hablar contigo señorita Hart. En privado – ella ladeó la cabeza, divertida. No podía negar que aquella actitud luego de haberla despreciado la tarde anterior le gustaba, pero no quería que las chicas hablaran de más.
-- ¿Se trata del informa o es algo relacionado al viaje, señor? – La alusión velada a su último encuentro lo hizo apretar la mandíbula. – Trabajo – respondió gruñendo.
Melisa suspiró y se puso de pie, alisándose la falda pegada que le abrazaba las caderas de una manera criminal.
Sebastián no apartó la vista.
-- Maldita sea – susurró ella, pero caminó detrás de él, no podía darse el lujo de faltarle el respeto, solo faltaban unos días para convertirse en secretaria oficial, eso si era la elegida por Sebastian.
Caminaron en silencio hasta su oficina y cuando la puerta se cerró detrás de ellos, Melisa cruzó los brazos y lo miró, desafiante.
-- Para que me necesita señor Novak – le dice ella, Sebastian se pasó una mano por el cabello, lleno de frustración.
-- No se trata de trabajo Melisa… es sobre mi abuelos – ella frunce el ceño al oírlo. Sabia muy bien que Sebastian fue criado por sus abuelos, lo sabían todos en la oficina, e incluso sabían que el presidente Novak adoraba y daría lo que fuera por ellos.
-- ¿No lo comprendo señor? – Sebastian aspiro una buena cantidad de aire, la necesitaba para darse valor.
-- Mis abuelos piensan que tú y yo estamos saliendo – le dijo de golpe. Melisa parpadeo, ella ni siquiera conocía a los señores, ¿Cómo podría ser eso posible? Se preguntaba, imaginando que quizás era una trata de él para que no se alejen.
-- ¿Qué quiere decir? –
-- Alguien… – rugió él, refrenando el impulso de romper algo o de decirle que ese alguien había sido Mariel,
-- una persona les envió una fotografía nuestra en la isla –
Melisa se enrojeció hasta las orejas.
-- ¿Una foto... de nosotros? ¿de que clase de foto estamos hablando? – preguntó con miedo,
-- En la playa. Juntos. Muy juntos –
Melisa abrió la boca para discutir, pero luego de un momento la volvió a cerrar, no valía la pena tanta negatividad.
-- ¿Y ahora que debó hacer? – Sebastián se acercó un paso más a ella, su rostro estaba tenso.
-- Y ahora quieren conocerte… Esta noche –
-- ¿Está noche! –
Melisa soltó una risa nerviosa, luego recordó lo que paso en el viaje de regreso.
-- ¿Está bien, no tendrías por qué temer jefe? ¡Puedes llevar a tu novia real! –
Él la fulminó con la mirada.
-- No tengo otra novia, Melisa – el silencio cayó como una bomba, sobre todo cuando menciona que no tiene “otra” novia…
¿Qué esta pasando acá? ¿Es acaso que ahora considera que yo soy su novia, o es qué solo me necesita para librarse de esos ancianos? Las preguntas se comenzaban a amontonar en la cabeza de Melisa.
Esto no puede ser, no después de lo que vi en el avión, entonces… Ella parpadeó de nuevo, procesando, entendiendo lo que su jefe le estaba pidiendo.
-- ¿Me estás pidiendo que... finja ser tu novia? – le preguntó completamente, horrorizada.
-- ¡Bingo! – le respondió él. Melisa soltó una carcajada incrédula.
-- Te volviste loco Sebastian. ¡Después de cómo me trataste al volver de la isla! Después de haberme dejado sola en ese aeropuerto, con todo mi equipaje… ¿Ahora pretendes que me haga pasar por tu noviecita y que me siente a la mesa con tus abuelos… eso nunca? – él se frotó el puente de la nariz, exasperado
-- Mira Melisa, sé que no me lo merezco. Fui un idiota y me comporté peor… Pero si no me ayudas... puedo hacer lo que quieras – le dijo y Melisa lo miró como si se hubiera vuelto loco, no pensaba necesitar a su jefe para nada… aunque podría influenciar en él para que termine contratándola fijamente, eso seria muy beneficioso para ella.
-- Mis abuelos son de temer Meli, sino te presentas conmigo y aclaramos las cosas, ellos son capaces de organizar nuestra boda para mañana – Melisa estaba asombrada, no pensaba que en el mundo todavía quedaran idiotas caradura, y locos de remate,
-- ¿Boda? –
-- Asi es Melisa… ¡Boda! – le repitió él, desesperado.
-- Si entiendo bien… ¿pretendes que sonría y actúe como si no quisiera estrangularte?... difícil, muy difícil –
Melisa tuvo que morder su labio para no sonreír. Ver a Sebastián Novak, el imperturbable, el invencible, temblando de miedo ante dos ancianos, era un espectáculo digno de película.
-- Por favor – gruñó él, tragándose su orgullo. -- Solo esta noche. Solo una cena. Luego inventaremos una ruptura trágica. Diré que te fuiste con un actor francés. Lo que sea –
Melisa lo observó durante un largo segundo, en ese segundo, todas las imágenes de las noches que habían compartido, de las caricias, los besos, las miradas, todo desfilo ante sus ojos.La idea de sentarse a la mesa fingiendo ser su novia... era peligrosa. Mucho más de lo que Sebastián podía imaginar. Pero también era deliciosa.Melisa sonrió, de forma maliciosa al pensarlo. ¿Qué puedo perder? ¿Quizás consiga hacerle saber que se equivoco al menospreciarme?-- Está bien – le dijo, aceptando la propuesta. Sebastian parpadeo sorprendido, había pensado que lo mandaría por un tubo, pero oírla decir sí, se sintió bien.-- ¿Así de fácil?, ¡En serio! ¿No te vas a arrepentir después? – ella negó,-- Digamos que me debe muchas explicaciones señor Novak. Y si esto me da un poco de ventaja… -- lo miró con una sonrisa torcida-- La voy a aprovechar, pero eso sí, lo haré, con una condición – Sebastián frunció el ceño, luego sonrío con esa sonrisa que hacia que a ella se le apretara el estómago.--
A la mañana siguiente, Sebastián llegó temprano a la oficina, aunque no pudo concentrarse del todo. Tenía la imagen de Melisa riendo, hablando con sus abuelos, fingiendo con una naturalidad que lo confundía. No sabía en qué momento se había vuelto tan consciente de sus gestos, de su olor, de la forma en que cruzaba las piernas cuando se sentaba frente a él.Melisa llegó unos minutos después, sin lentes y con el cabello suelto. Sebastián levantó la vista sin querer, y sintió una punzada en el estómago, se había quedado a propósito en el lobby para verla llegar.-- Buenos días, señor Novak – lo saludó ella, con su voz habitual.-- Buenos días, Hart – le respondió él, secamente.Ella lo miró un segundo más de la cuenta, pero luego siguió su camino a su escritorio. Tal vez era mejor que las cosas volvieran a su lugar.Tal vez...Sin embargo, las cosas no tardaron en descontrolarse nuevamente.Durante el almuerzo, Sebastián recibió una videollamada de su abuela.-- ¡Sebastián! ¿Dónde está
El lunes por la mañana, la oficina parecía un mundo aparte. Sebastián estaba distante, frío, volviendo a ese jefe inalcanzable que Melisa había conocido los primeros días. Pero ella no podía ignorar que había algo más. No era solo profesionalismo... era tensión. Una tensión que crecía más y más dentro de él.Ese día, mientras organizaban unos documentos en la sala de reuniones, sus manos se rozaron.Melisa se alejó un paso, consciente del estremecimiento que la recorrió.-- No deberías seguir jugando con fuego – le dijo sin mirarlo.-- ¿Y si me gusta quemarme? – le respondió él, con voz ronca.Melisa giró para encararlo. La cercanía era peligrosa. Sus labios estaban a centímetros. Él levantó la mano, apenas rozando su mejilla. Y entonces la puerta se abrió, era Daniel, su asistente.-- Sebastián, hay una llamada urgente de tu ex… Mariel – le informó. La burbuja explotó. Melisa se alejó de inmediato. Sebastián, molesto, asintió y se fue sin decir nada, él mismo había estado llamando a
Una vez dentro, doña Cata se acomodó en la cabecera de la mesa como si estuviera en la mansión Novak, cruzando las piernas y retirándose las gafas. Don Santiago se sentó junto a ella, mientras Melisa y Sebastián tomaban lugar al frente, uno al lado del otro, como si fueran a presentar un balance trimestral… o anunciar su compromiso.--Bueno, expliquen – le dijo Cata directamente. -- Queremos saber cómo va su relación en este entorno tan... corporativo. ¿Se ven mucho? ¿Comen juntos? ¿Toman café? ¿Tienen nombres secretos por interno? –--Abuela… —Sebastián respiró hondo, sin saber si reír o llorar. -- Estamos en horario laboral –--Y por eso mismo queremos ver cómo se manejan. Queremos asegurarnos de que esto no es solo un capricho pasajero – añadió Santiago, sonriéndole a Melisa como si ella fuera la última galleta de la caja.Melisa sintió que le ardían las mejillas. Quiso hablar, pero Sebastián la interrumpió, poniéndole una mano sobre la suya, un gesto que confundió incluso a él mis
Melisa obedeció, y solo cuando la puerta se cerró detrás de ella, Sebastián se dejó caer en su silla con un largo suspiro.-- No puedo creer lo que acaban de hacer –-- Tus abuelos son una hermosa arma de destrucción masiva – le dijo Melisa, quien se dejó caer en la silla frente a él. -- ¿Cómo se les ocurrió aparecerse aquí? –-- No tengo idea. Pero me queda claro que no se tragaron nuestra farsa – gruñó él y Melisa suspiro dudosa.-- ¿Estas seguro de eso? – él asintió.-- No solo eso. Ellos vinieron a propósito solo para lanzarnos al ruedo como si fuéramos una pareja oficial. Y ahora… todos lo creen. Al final se salieron con la suya – dijo él y Melisa abrió los ojos pensando que ese par de ancianos era más peligroso que su nieto.Sebastián se frotó la frente con un gesto cansado.-- Ahora no podemos desmentirlo sin hacer el ridículo. Y si lo negamos, ellos volverán con más fuerza –Melisa lo miró, sin decir nada. El ambiente estaba cargado. No solo de rumores y nerviosismo, sino tamb
Sebastián no soportaba la espera.Miró por décima vez la pantalla de su celular. Ningún mensaje. Ninguna llamada. Ninguna señal.Había salido a buscar a Melisa en su cubículo, pero no la había encontrado, estaba desesperado imaginando lo peor. Se levantó de golpe, empujando la silla hacia atrás con tanta fuerza que la hizo chirriar contra el suelo.-- Basta – murmuró para sí mismo.No iba a quedarse allí como un idiota, mirando el teléfono, mientras ella se deshacía por su culpa. Si la había hecho sentir como una opción, si la había dejado creyendo que no le importaba… entonces era su responsabilidad buscarla. Enfrentarla. Escucharla. Pedir perdón.Salió de allí a paso firme.Conforme avanzaba los murmullos se apagaban a su paso. Todos notaban su expresión decidida, como una tormenta contenida en un traje de lujo hecho a medida. Su mirada buscaba la de Melisa, su ritmo apurado lo decía todo.--¿Han visto a Melisa? – le preguntó a todo aquel que se cruzaba en su camino, sin detenerse.
El sol comenzaba a colarse tímidamente entre las cortinas de la habitación, bañando de luz cálida las sábanas revueltas. Un murmullo suave escapó de los labios de Melisa cuando se giró en la cama, buscando el calor de ese cuerpo que ahora conocía tan bien.Sebastián dormía boca arriba, con un brazo bajo su cabeza y el otro extendido hacia ella, como si incluso en sueños necesitara tenerla cerca. Parecía más joven así, menos imponente. Más humano.Melisa lo observó en silencio por un momento. Su pecho subía y bajaba con calma, su expresión era serena. Como si aquella noche hubiera borrado todo el estrés de los días anteriores.Ella se estiró, sintiendo los músculos adoloridos y la piel sensible… pero viva. Llenamente viva.Se sentó al borde de la cama y miró la hora. No eran ni las siete.-- Demasiado temprano para lidiar con la realidad – murmuró.Buscó una de sus prendas, pero solo encontró la camisa de Sebastián tirada en el suelo. Se la puso con rapidez. Le quedaba grande, le cubrí
La fiesta de graduación estaba llena de luces cálidas y música emocionante, Melisa estaba de pie en la entrada como el hada de un cuento, atrayendo la mirada de todos.Llevaba un vestido de noche blanco tan ajustado que delineaba cada curva de su cuerpo, su cabello de color nogal le llegaba hasta la cintura, cubriendo el enorme escote de su espalda. Su piel blanca como la porcelana, y sus ojos, esos hermosos y rasgados ojos que tenían el magnetismo salvaje de una gata de un color que no podía definirse entre verde uva o celeste. Era el tipo de mujer que recordarías, incluso si solo la conocieras una vez en la vida.Se movía entre sus compañeros con una gracia que atraía miradas de asombro, se podía oír el murmullo de voces conocidas susurrando:-- Por dios mujer ¡Estás guapísima! –-- Esta tan hermosa que no la reconocí –-- Que ha hecho estos meses, la pandemia parece haberle favorecido –Melisa mostraba una leve sonrisa, su corazón estaba llenó de expectativas por su prometido Franc