Capítulo 8.
Al llegar a la guarida, Daniel colocó con cuidado al dormido Adrián en su cama, luego se volvió y me atrajo hacia sus brazos.
—¿Tuviste miedo hoy? —Musitó, acariciando mi cabello.
Negué con la cabeza, apoyándome en su pecho. —Cuando estás conmigo, no tengo miedo.
—Pero... —su tono se tornó serio—, ese nombre... Salomé Castro. Lo he oído antes.
Me sentí confundida. —¿La conoces?
—Elena, ¿puedes contarme qué ocurrió durante el ataque que sufriste aquel día?
Mi cuerpo empezó a temblar incontrolablemente.
—Yo... —mi voz se quebró—, no quiero recordarlo.
—Sé que es doloroso —besó mi frente—. Pero si no los enfrentamos y los acabamos por completo, intentarán hacerte daño otra vez. Y jamás permitiré que te lastimen.
Sostenida en su cálido abrazo, comencé a hablar lentamente. —Después de dejar a Luis ese día, estaba caminando hacia casa, cuando de repente, unos desconocidos me atacaron.
—Al principio pensé que se trataba de un simple robo, pero sus métodos fueron extraños, usaron una especie