Alejandro utilizó toda su fuerza para intentar controlar al atracador, pero el tipo es demasiado astuto para eso, se da la vuelta y le apuñala en el centro del cuerpo.
— ¡Señor Montecristo, señor Montecristo! ¡Alguien que nos ayude, por piedad!
En el momento que el ladrón escuchó los gritos de Aisha se asustó ya que iba a llamar la atención, él miró a la mujer que lloraba aunque la situación no era para tanto. Fue justo ese el momento que el atacante se distrajo y Alejandro conteniendo el insoportable dolor de su herida fue que cogió el cuchillo y apuñaló a este hombre justo en su muslo.
El ladrón cayó al suelo casi agonizando por el dolor punzante.
Alejandro a pesar que sintió un alivio muy grande al sacar el cuchillo de su abdomen casi al instante vino a él un dolor muy agudo y vió que la sangre salía a borbotones.
— ¡Por Dios! — Aisha tomó a Alejandro mientras se sentía extrañamente preocupada por él.
Aisha ya no se atrevía a culparle; de todos modos, ella misma se había metido en