Ónix.

—Tiene que ser una broma —musitó por lo bajo.

Parpadeó varias veces, no creyendo lo que veía porque le resultaba irreal. Dio otro par de pasos y quedó al lado del enorme perro. Se percató de la correa, un tazón y una bolsa de alimento, todo meticulosamente acomodado en medio de su porche. Bufó unos cuantos improperios, miró hacia la casa contigua y no divisó a su vecino. Se permitió maldecirlo porque sí y centró la mirada nuevamente en las cosas del perro, notando de inmediato algo que parecía ser una nota. Se inclinó hacia delante y agarró el pedazo de papel; se sorprendió por tan prolija caligrafía...

«Realmente lo siento, vecino, pero necesito que cuides a Ónix. Regresaré muy tarde a casa y él debe y tiene que comer y beber mucha agua. También llévalo a dar un paseo por el parque y de paso el ejercicio no te vendría nada mal, es bueno para la salud.

Gracias.

Evans :)».

Entrecerró los ojos y quedó observando la carita sonriente porque, bueno, tenía que ser un jodido chiste, ¿cierto?
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