¡Hey, vecino!

Su rostro se desfiguró en una mueca cansina al observar el rollo de periódico, bueno, lo que quedaba de dicho rollo; soltó un largo suspiro y negó con la cabeza. A veces se le cruzaba por la mente la idea de mudarse a un nuevo vecindario; uno en el cual no hubieran personas que tenían por mascotas a... perros. Bien, no es que le disgustaran los perros, pero siempre que estos fueran adiestrados por sus dueños, lo podría tolerar y no, no es que tuviera algún trauma o algo por el estilo, es solo que llevaba casi un año soportando las fechorías de un perro en particular.

Suspirando nuevamente, recogió los trozos de papel e ingresó a la casa.

El día había sido largo y agotador, lo único que quería era darse un buen baño, quitarse el olor a óleo —que parecía haberse enraizado por cada poro de su piel—, comer algo y meterse a la cama hasta el día siguiente.

(…)

—Mr. Shady, tengo una semana de descanso —enunció feliz, viendo al felino acicalarse tendido sobre la cama, su cama—. Papá y mamá ve
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