Miradas.

Evans quedó mirando boquiabierto a su perro y al gato de su vecino caminar escaleras arriba. El gato caminaba de una manera singular, como si fuera un modelo o algo así; su perro, en cambio, daba la impresión de dar saltitos… Bueno, al menos no se estaban peleando. De hecho, Evans se dio cuenta de que su perro aceptó al gato de su vecino como si nada, como si fueran amigos o algo así. Según tenía entendido, no era tan común que los perros y los gatos se llevaran bien, pero, en todo caso, siempre había una excepción y que Ónix y Mr. Shady sean esa excepción era suficiente. Era más como un alivio porque…

—Ya puedes cerrar la boca —Evans se sobresaltó y giró en torno a su vecino—. Digo, también quedé boquiabierto, pero llevas allí un par de minutos con la mandíbula por el suelo —Rodando los ojos, Evans cerró la boca—. Ya no hueles a especias y no es que me esté quejando por el aroma que ahora huelo en ti.

—Debe ser el champú —comentó, rodeando la barra de la cocina—. ¿Qué tal si cenamos?
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