30. El cliente favorito
La sorpresa y el desconcierto se reflejan en mis ojos cuando abro la puerta de mi habitación. En este momento, no tengo ni idea de cómo darle la bienvenida, vuelvo a sentirme como en aquel primer día: inexperta e insegura, nerviosa y patéticamente muda. Cuando lo vi por primera vez, aquella noche mientras me desenvolvía en el tubo, me cautivó al instante, sentía ganas de gritarle mil cosas. Pero ahora, frente a él, todos mis pensamientos parecen colisionarse entre sí.
—Hola, Mimarie.
Como dije, me tiene muda.
El hombre frente a mí, imponente y varonil, me mira con unos ojos penetrantes, como si intentara leerme el alma a través de mi antifaz. Esta noche viste un traje negro de tres piezas; m*****a sea, luce sumamente elegante: camisa blanca; corbata roja y unos zapatos de charol en donde se reflejan mis bubis; y trae con él el mismo aroma a forestas y Whisky.
De repente, su mirada pasa de posarse en mis ojos, a lo que hay en el fondo de la habitación.
—Con su permiso, señorita.
Y